viernes, 4 de agosto de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 69

La idea de perderlo la llenaba de miedo, pero parecía inevitable. Aquello la enfurecía todavía más y hacía que se retorciera y quisiera pegarle con todas sus fuerzas. Aquello desató también el deseo. Juan era más fuerte que ella, así que no tardó mucho en tenerla tumbada boca arriba sobre la arena. Entonces, se sentó a horcajadas sobre ella. Tenía la respiración entrecortada. En la escaramuza, a Paula se le había soltado el primer botón de la camisa y, ahora, al volver a intentar escabullirse, se le soltó el segundo, dejando al descubierto el sujetador de encaje rosa. Pedro la deseaba con todo su cuerpo.


–¿Me vas a dejar que me levante? –lo instó ella, sin embargo.


–En cuanto se te pase el enfado –contestó Pedro–. Ninguna mujer había intentado antes abofetearme.


–¿Ni siquiera cuando te lo merecías?


Paula era presa de un deseo que iba a más, se moría por que Pedro la tomara allí mismo, la penetrara, la hiciera suya. No podía negarlo. El enfado no hacía más que avivar el deseo. Los dos estaban muy excitados. Sin soltarla, Pedro comenzó a besarla en la boca. Ella se resistió al principio, pero pronto se rindió sin contemplaciones y se abandonó. Deseaba a aquel hombre por encima de todas las cosas. «Eres mío», pensó al tiempo que le pasaba los brazos por el cuello. Él se sorprendió por la reacción de ambos. No estaba resultando un encuentro tierno, claro que no, los dos permanecían en silencio, sin decirse cosas bonitas, pero sus cuerpos no podían despegarse. En un abrir y cerrar de ojos, estaban desnudos, con las piernas entrelazadas, moviéndose al unísono. Ambos se encontraban atrapados en una tempestuosa danza amorosa en la que la inhibición y la vergüenza no tenían cabida, pues eran esclavos de los sentidos. ¿Qué era lo que impedía a Paula gritarle lo mucho que lo amaba? ¿Por qué Pedro no le decía a voz en grito lo mucho que la quería? Marcos Fernandez los había herido de muerte. Sus cuerpos eran uno. Pedro encontró el clítoris de Paula y lo acarició hasta hacerla enloquecer. A continuación, se adentró en su cuerpo, haciéndola gemir de placer. En aquel momento en el que no existía nada más en el mundo, solo el placer, ella gritó su nombre varias veces. Pedro alcanzó el orgasmo y se dejó ir dentro de aquella mujer, succionado por ella, rendido ante ella. Permanecieron en silencio, jadeando, hasta que Paula se puso en pie.


–Por lo menos, sé que me sigues deseando –comentó con voz trémula.


–Y tú a mí –contestó él–. Perdóname si he sido un poco brusco.


–Yo también he sido brusca –dijo ella–. Dame un minuto y nos vamos. Me parece que va a llover.


–No estaría mal –contestó él tomándola de la cintura–. Así nos enfriamos un poco –bromeó.


«¡Con lo felices que éramos!», pensó Paula  mientras se recogía el pelo. Luego, lo miró a los ojos.


–Qué triste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario