viernes, 18 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 21

 —Si lo sabía, nunca me dijo la menor palabra sobre ello — respondió, tensa.


—Sobre todo cuando estaba loco por tí, dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de conseguirte. ¿Cuándo descubriste que estabas embarazada?


—Lo descubrí una mañana, cuando me levanté vomitando — contestó con tono rotundo.


—Te lo repito, quiero ver a Olivia.


—Olivia nada tiene que ver contigo, Pedro. Lo único que nos puedes traer son problemas.


Pedro se echó a reír, desdeñoso, aunque por dentro su mente trabajaba a toda velocidad.


—Creo que me estás escondiendo algo.


—Me marcho, Pedro —la conversación se estaba tornando insoportable, y no sabía dónde podrían acabar...


—Un momento —la sujetó de un brazo—. ¿Qué pasa, Pau? Cualquiera diría que me tienes miedo.


—¿Y por qué no? Estás a punto de destrozar nuestras vidas —le espetó, sin pensar.


—¿Cómo?


—Estoy anteponiendo el bienestar de mi padre a cualquier otra consideración —explicó, nerviosa.


—¿Pero qué tiene eso que ver con que yo vea a Olivia?


—Déjame, Pedro. Si hubiera sabido que estabas aquí, jamás habría venido.


—Y yo no habría sabido que tienes una hija llamada Olivia — replicó él—. Ya me he vengado adquiriendo Bellemont, pero creo que, al final, yo sigo siendo el único ofendido.


Paula no pudo menos que asentir en silencio.


—Perdóname. Perdona a mi padre. Pero no nos pidas que volvamos a hablar contigo.


—No es a eso a lo que he venido —repuso Pedro con tono furioso, a punto de perder el control.


Le atronaban los oídos cuando la atrajo a sus brazos, sujetándola de una muñeca mientras la besaba a la fuerza. Paula sintió que el corazón le daba un vuelco en el pecho, y cerró los ojos ante la antigua pasión que empezó a correr por sus venas. Dolor. Soledad. Hambre sexual. Todo eso desapareció de pronto. Los años ya no contaron. Paula había regresado al pasado, su cuerpo estremeciéndose contra el de Pedro. No hizo el menor esfuerzo por liberar su mano. Él la besaba profunda, ardiente, implacablemente, despertando su deseo. Suzannah ya no podía ver el pasado, ni el futuro. Solo el presente.


—¡Mírate! —le ordenó él de pronto, haciéndole ladear la cabeza para que pudiera verse en el espejo: Los labios y los ojos entreabiertos, su expresión de anhelo—. Y repíteme ahora que no quieres volver a hablarme —se burló—. Me deseas, Paula.


Ella intentó golpearlo, ruborizada hasta la raíz del cabello, pero Pedro logró sujetarle la mano a tiempo.


—Vaya, aún conservas tu antigua animosidad —la atrajo aún más hacia sí.


Pero Paula ya se había recuperado. El mundo había dejado de girar a su alrededor y ya podía concentrarse en lo que quería decirle.

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