miércoles, 30 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 44

Pero Paula no podía sobreponerse a su depresión. Se esforzaba por mostrarse alegre delante de Olivia, que pasaba en casa las vacaciones, pero la niña era muy sensible al dolor de su madre. Cuando un día descubrió a su hija escondida en el jardín, llorando en silencio, se sintió abrumada por una ola de amor protector. También Olivia se había visto privada de sus seres queridos, de su abuelo y del hombre que había creído era su padre. Y ambas se resentían además de la continuada ausencia de Pedro, que había tenido que viajar a California por motivos de negocios. Casi dos semanas habían transcurrido desde la última vez que fue a Bellemont, aunque por entonces las dos residían todavía en la casa de campo. Con ello, Paula había querido retrasar el momento de volver a su querido Bellemont. Emprendió la tarea de reclutar trabajadores, y se dio cuenta de que, para ello, el mejor lugar de residencia era el propio Bellemont. Pedro, por su parte, la llamaba con frecuencia pero, a pesar de sus buenos intentos y propósitos, ella sabía que nunca podrían recuperar su antigua amistad. La suya era una relación puramente de negocios: Pedro era el jefe, y ella era una valiosa empleada. La relación que mantenía con Olivia era diferente, y se profundizaba día a día. Más de una vez Olivia terminaba de hablar por teléfono con él riendo a carcajadas.


—Quiero tanto a Pedro —le confesó cierto día a su madre—. ¡Me hace tan feliz!


—Sí, a Pedro eso se le da muy bien —Paula siempre se volvía antes de que Olivia pudiera descubrir su entristecida expresión. El futuro se presentaba brillante, pero ella tendría que seguir expiando su pasado.


Pedro llamó una noche a una hora tardía, asustando terriblemente a Paula. Se había acostado antes de la hora habitual, después de un largo y atareado día recorriendo los viñedos con Francisco y Lucas, mientras hacían planes. Él quería más hectáreas plantadas con viñas: La mayor parte con Semillon, la mejor variedad de vino blanco de mesa de Australia, y la otra con Sauvignon Blanc, a modo de experimento. Francisco y Lucas se habían entusiasmado con los planes de Pedro, habiendo aceptado además su sugerencia de contratar a un joven y brillante enólogo, nieto de una familia también muy experimentada en el cultivo de vides. Y por la tarde había mantenido entrevistas con varios candidatos para dirigir la escuela de equitación, de manera que se había quedado dormida de inmediato.


—¿Te he despertado? —le preguntó Pedro.


—Sí —se sentó en la cama, estirándose para encender la lámpara de la mesilla—. Es que hoy me he acostado temprano. Bueno, voy a hacerte el informe diario. Se han arado las tierras. Los postes, alambres y canales de irrigación están en su sitio. Solo nos faltan los trabajadores.


—Bien, pero... ¿Y tú? No pareces muy contenta.


—¿Tan pronto lo has deducido?


—Te olvidas de que te conozco demasiado bien. Cada matiz de tu voz.


—Todavía estoy de duelo, Pedro —señaló.


—Por supuesto. Siempre hay un tiempo para el dolor. Pero no deberías estar sola. Volveré tan pronto como pueda. De hecho, he reunido a un equipo de gente para que ayude a la gente de la población en las siembras. Miembros de mi empresa y amigos. Solo será un fin de semana. ¿Te gustaría encargarte de organizarlo todo?


—¿De qué fecha estamos hablando, Pedor? —le preguntó, con la mente trabajando ya sobre la idea.


—Creía que Francisco quería empezar a plantar lo antes posible.


—La preparación ya ha acabado, y ha sido definida la zona de siembras. Todo está listo.

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