miércoles, 30 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 41

 —¿Por qué habrías de querer a una mujer que ya no te ama?


—Creo que podré soportarlo —repuso con voz suave—. Sé que existe una diferencia entre el amor y el sexo, pero tengo la impresión de que todavía nos queda mucho de las dos cosas. Quizá deba demostrártelo.


Paula se sentía terriblemente vulnerable, sin defensas ante él. Y no podía dejarle saber lo mucho que lo deseaba, que lo había echado de menos. Pedro le entreabrió ligeramente los labios con los suyos, presa de un deseo que no se molestó en esconder. Deslizaba las manos rítmica y posesivamente por su espalda, haciéndola arquearse contra él. ¿Cuántas veces había soñado con aquel momento? Le acarició entonces los senos a través de la seda de su camisa, sintiendo la presión de sus endurecidos pezones. Por un momento el deseo fue tan intenso que creyó perder todo control.


—¿Convencida? —le preguntó en un susurro.


—Siempre tuviste la capacidad de excitarme así... —reconoció Paula, sacudiendo la cabeza con tristeza.


—¿No es extraño que nunca la ejerciera? Pude haberte tenido desde el día en que, con trece años, tu feminidad se reveló como un aroma maravillosamente erótico. Pero no te toqué. No pude. No cedí a la tentación porque entonces me habría despreciado a mí mismo. Te quería demasiado para hacerlo. Deseaba casarme contigo. Nunca hubo otra mujer en mi vida.


—Y me dejaste embarazada —repuso ella, con el corazón desgarrado—, aquella única vez, cuando nos quedamos solos en la casa. 


Pedro se apartó bruscamente, volviéndose hacia la puerta.


—Será mejor que vaya a recoger a Olivia. Luego las llevaré a Bellemont, Llámame si recibes nuevas noticias del hospital, no importa a qué hora. Tengo que volver a Sydney para terminar un programa importante. Cuando lo haga, podremos seguir hablando. No quiero que Olivia y tú se queden en esta casa mientras Bellemont esté vacío.


Paula lo miraba asombrada, con los ojos brillantes.


—Ah, por cierto, dijiste que necesitabas un trabajo, ¿No? Eres la persona ideal para administrar Bellemont en mi ausencia. Pienso volver a poner en funcionamiento los viñedos, modernizar la bodega, ampliar los cultivos. Los Schroeder regresarán. Necesitaremos trabajadores para la casa, la tierra, los jardines. Tú podrás encargarte de todo eso. Y también tengo planes para las cuadras. Quiero que los niños pobres del distrito, no solo los de familias ricas, aprendan a montar a caballo. Podremos fundar una escuela de equitación: sé que te encantaría ese trabajo. Adquiriremos caballos de calidad, recuperarás a Gypsy y a Lady. Bellemont volverá a funcionar otra vez.


—¿Y dejarás todo eso en mis manos? —inquirió, incrédula.


—¿Por qué no? Estás más que cualificada para ello. La vida conmigo no será tan mala, Paula.

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