miércoles, 30 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 43

Paula pensó que, por una ironía de la vida, la recuperación de su padre fue financiada con dinero de Pedro. Miguel Chaves fue trasladado del hospital a una lujosa clínica en las afueras de la población, donde recibió atención constante. Varios fisioterapeutas trabajaron con él en sesiones intensivas, hasta el punto de que pudo recuperar la movilidad en el brazo y en la pierna. El habla, sin embargo, no logró recobrarla. Aun así, su estado mental era satisfactorio y no tuvo problemas en reconocer a su hija y a su nieta. Paula lo visitaba cada día, estuviera dormido o despierto, sentada su lado tomándole la mano.


—Eres tan buena con él, cariño —le comentó con expresión aprobadora Flavia Williams, su enfermera personal—. Por eso te quiere tanto.


Muchas veces acudía a la clínica con Olivia, después de recogerla a la salida del colegio. Miguel Chaves seguía con cansada mirada los sigilosos movimientos de la niña por la habitación, colocando cosas que pudieran agradarle, flores, cuadros o fotos familiares enmarcadas. A menudo pasaba mucho tiempo sentada a sus pies, cuando se levantaba de la cama para sentarse en la silla de ruedas. Nunca se quejaba, nunca intentaba apartarse. El abuelo le había escrito te adoro en el bloc que utilizaba siempre para comunicarse, y eso la alegraba mucho a Olivia, a pesar de la tristeza que sentía. Eran tan triste ver a su abuelo tan delgado y envejecido... Extrañamente, aquellas horas que pasaban juntos los tres fueron como un tiempo de paz y reconciliación. Nunca habían estado tan cerca unos de otros. Cuando Pedro se presentó un fin de semana, Paula se lo comunicó a su padre.


—Habla con los médicos, averigua lo que piensan —le había dicho a Paula cuando fue a visitarla a la casa de campo—. Si creen que pueden garantizarle una eficaz atención a domicilio, no veo por qué no puede regresar a Bellemont. Necesitaría a su enfermera privada a tiempo completo. Así Olivia y tú tendrían una buen razón para vivir allí.


Paula se preguntaba qué opinaría su padre de la generosa oferta de Pedro. ¿La rechazaría? No lo hizo. Más que cualquier otra cosa, ansiaba regresar de nuevo a Bellemont. Sin embargo, eso no llegó nunca a suceder. Mientras se efectuaban los preparativos, Miguel Chaves expiró mientras dormía. Sobre la mesilla había dejado un último mensaje: "Perdonenme por haberme equivocado".


Diciembre acababa de empezar, y faltaban pocas semanas para Navidad, el tiempo festivo, el tiempo de estar en paz con el mundo. 

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