miércoles, 16 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 20

 —Está más allá de mi perdón.


—Y yo del suyo. No fui buena con Martín.


—Martín te quería, a pesar de lo que sucedió —Pedro sintió una súbita punzada de amargura—. No te eches toda la culpa. Háblame de Olivia —se sentó frente a ella, deseoso de que olvidara su dolor.


—Es igual que yo cuando era pequeña —«Excepto en los ojos», añadió para sí—. Bastante alta para su edad, y muy inteligente. He empezado a darle clases de piano —recordaba vívidamente el momento en que Oli se sentó al piano para tocar las primeras notas, con tres años. A esa misma edad había empezado a leer.


—¿Y le gusta?


—Le encanta.


—Debe de haber heredado el talento musical de tí. Me gustaría conocerla...


—No creo que eso sea posible, Pedro —volvió la cabeza, desviando la mirada.


—¿Por qué?


—Por mi padre. No lo consentiría. Y su salud es muy mala. No puedo abandonarlo. Tú puedes tener todas las razones para odiarlo, pero a mí siempre me ha querido...


—Oh, Paula, despierta de una vez. ¿Cómo un amor puede ser tan terriblemente egoísta? Tu padre no estaba interesado en tu felicidad, sino en la suya propia. Cuando tu madre lo abandonó, él se concentró por entero en tí. Eras un perfecto objeto de adoración. Una niña hermosa, inteligente, llena de vida. Llevaste orgullo y satisfacción a su vida. Habría sido diferente si no hubieras recibido tantos dones de nacimiento.


—Si los tuve alguna vez, ya han volado —replicó ella.


—Pero seguro que no esperará que sigas viuda durante mucho tiempo, ¿Verdad? ¿Te ha buscado ya un sucesor para Martín?


Paula se levantó rápidamente del sofá, ruborizada de indignación.


—Tendrás que disculparme, Pedro. Tengo cosas que hacer.


—¿Como qué? —la desafió, siguiéndola con la mirada.


—Como por ejemplo, buscar empleo.


Pedro se echó a reír, despreciativo.


—Seguro que tu padre te habrá dejado algún dinero...


—Quiero trabajar —pronunció—. Aunque solo sea en un empleo de media jornada. Quiero compaginarlo con el cuidado de Olivia.


—Yo podría ofrecerte un trabajo de ama de llaves —le sugirió cruelmente.


—¿Eso te encantaría, verdad? —inquirió, furiosa.


—¿Pensabas que no querría hacerte sufrir?


—Soy consciente de que puedes llegar a ser implacable, despiadado. Y de que siempre me has visto como si fuera tuya. Hay demasiado poder en tí, Pedro —le dijo. 


¿Acaso no había estado a su lado todos los días de los últimos años, a pesar de que la había abandonado sin decir una palabra?


—Martín debió de haberse llevado una buena sorpresa cuando descubrió que no eras virgen, ¿Verdad? —comentó Pedro, haciéndola empalidecer.


De hecho, durante la noche de bodas Martín había bebido tanto que apenas pudo recordar nada que no fuera su gozo de haberla conseguido finalmente. De haberla ganado como botín de una guerra... La que con Miguel había librado contra Pedro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario