lunes, 21 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 30

 —Después de todo, es hija tuya —asintió él con tono razonable. Eso le dió ciertas esperanzas.


—Pedro, debo volver a casa. Tenemos que poner punto final a esta conversación.


—¿No quieres dejar a Olivia al cuidado de tu padre? —le preguntó con certera intuición.


—No está en condiciones de cuidarla.


—Extraño, cuando probablemente a estas horas esté dormida. ¿Y si arranco simplemente y nos vamos de aquí? 


—Por favor, Pedro, no lo hagas —lo agarró de un brazo, suplicante.


—Supongo que te habrás pasado el día discutiendo con él —le comentó, como apiadándose de ella—. Conozco mejor que nadie el enorme poder que ejerce sobre tí. ¿Por qué no te consigues una casa propia? ¿Es que Martín no tenía nada que dejarte? —añadió, disgustado.


—Martín cometió demasiados errores.


—El menor de los cuales no fue casarse contigo —repuso con tono cortante—. ¿Es por eso por lo que frecuentaba a otras mujeres? ¿No podía soportar el dolor de saber que no lo amabas?


—Nadie tiene derecho a hablarme como tú lo estás haciendo ahora—las lágrimas asomaron a sus ojos.


—No lo dudes: Lo tengo.


—¿Por qué a los hombres les gusta tanto el poder? —inquirió Paula—. Poder sobre cualquier mujer. Esto parece un concurso entre mi padre y tú.


—Créete eso y te lo creerás todo. Admito que empecé de esa manera. Me situé en la carrera hacia el éxito. Necesitaba dinero, mucho dinero para imponerme a los que habían sido injustos conmigo. Pero la venganza es como el ácido: penetra hasta llegar al alma. Tu padre piensa que aún es un jugador con posibilidades, pero se equivoca. Martín ha desaparecido. El pobre e infeliz Martín, condenado a amarte. Tu vida ha estado plagada de culpas y de mentiras. ¿Y yo? Nada me ha desgarrado tanto como ver a mi propia hija...


Era terrible oír a Pedro decir aquello. Paula se sentía acosada, acorralada contra las cuerdas.


—Ya te lo he dicho: No —su voz destilaba una abrumadora emoción. No necesitaba todo aquel dolor... Y esa nueva acusación que no podía soportar.


—Antes no solías mentir —la tomó de la barbilla—. Llegaremos al fondo de la verdad, Paula. Y luego, que Dios te ayude.


—Ya te lo dije. Déjame, Pedro —le espetó—. Mi vida ya es bastante difícil de por sí. No necesito más problemas. Solo estuvimos una vez juntos —«Una sola vez», exclamó para sí. 


Y, desde entonces, el recuerdo de aquellas apasionadas y tempestuosas horas la había acompañado durante todos los días de su vida. Incluso cuando Martín le hacía el amor, temía pronunciar en voz alta el nombre de Pedro...

No hay comentarios:

Publicar un comentario