lunes, 21 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 29

 —Te preguntaba por qué estabas tan tensa esta noche. El resto ya lo conozco.


—Mi padre todavía te odia, Pedro —lo informó con voz estrangulada.


—Lo cual me deja absolutamente frío. En el fondo, tú conoces la razón de ese odio. Tu madre lo abandonó. Desapareció. Nunca te permitirá que hagas tú lo mismo.


Paula sabía que lo que decía se acercaba terriblemente a la verdad.


—Olvidas que en cualquier momento puede sufrir otro ataque. No quiero tener que cargar con eso en la conciencia.


—Oh, Paula, deja ya de culpabilizarte por todo. Tu padre ha vivido plenamente su vida. Recuerdo su enfado cuando el médico le dijo que debía dejar de fumar y limitar su consumo de alcohol. Tú no fuiste su cómplice en eso, pero sí que lo fuiste en una formidable farsa... —la miró con los ojos brillantes.


—No sé de qué estás hablando —intentó en vano liberar su mano.


—Claro que lo sabes —replicó Pedro con tono duro—. Me entran ganas de estrangularte.


—Nunca imaginé que serías capaz de pensar algo así.


—Yo tampoco —respondió—, hasta que ví el rostro de mi hija.


Ansiando desesperadamente escapar a la condena que podía leer en sus ojos, Paula logró soltarse, y todavía tuvo fuerzas de ensayar una carcajada incrédula:


—¿Es por eso por lo que querías verme? ¿Creías que Oli era hija tuya?


—Sé que Olivia es hija mía —afirmó Pedro—. Lleva el nombre de mi madre. Tiene los mismos ojos de mi madre, con ese maravilloso color verdiazul. Su misma forma. Dios mío, Paula, ¿Es que nadie más se ha dado cuenta de ello?


—Debes de haberte olvidado de las hermanas de Martín — replicó, aterrada—. Los ojos de Sheridan tienen ese mismo color.


—No, Paula, esos ojos se heredan solamente en una misma familia. Y recuerdo muy bien los de la hermana de Martín. Oli ha heredado todos los demás rasgos de tí, pero tiene los ojos de mi madre.


—Estás terriblemente equivocado —lo intentó una vez más—. ¿Tanto deseas tener un hijo que quieres quitarme a mi pequeña?


—Que también es mía. No me tomes por un estúpido. Tengo muchos amigos médicos. Olivia se lanzó a mis brazos, ¿Recuerdas? Algunos cabellos de su larga melena quedaron en mi chaqueta. Los recogí y los guardé en su sobre. Encargaré una prueba de ADN... Y demostraré mi paternidad sobre la niña.


—Estás loco —se le quebró la voz.


—Tú eres la única loca si sigues manteniendo esta estúpida farsa —replicó con tono áspero—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me engañaste? Me has privado de mi preciosa hija durante todos estos años. ¿Tienes idea del dolor que ahora me embarga? Me perdí su nacimiento. Me perdí su infancia. Me perdí los primeros años de su vida. Y mientras tanto he estado solo, Paula. Solo.


—Oli no es tu hija, Pedro...


—¿A quién estás intentando proteger, Paula? ¿A tí misma? Tu comportamiento ha sido deshonroso. Martín debió de haber sido muy desgraciado sabiendo que Olivia no era hija suya.


—Nunca en toda nuestra vida de casados me acusó de tal cosa —replicó gritando.


—Supongo que habría resultado demasiado doloroso. ¿Y qué me dices de tu padre? Solo Dios sabe cómo consiguió guardarse sus sospechas.


—No... —lo miró fijamente, pálida—. Oli es mi hija. Es mi viva imagen. Mi padre la adora.

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