miércoles, 16 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 17

 —Tenía que haberlo adivinado... —algo parecido a la furia brilló en los ojos de Paula—. Siempre supe que volverías para enfrentarte de nuevo con mi padre.


—Y contigo. No te olvides de tí, Paula. Tú fuiste la que me dijo lo mucho que me amabas. Que serías «Mi chica para siempre».


—Pero el azar se interpuso en el camino —se abrazó, como protegiéndose de la condena que parecía emanar de sus palabras.


—Puedes llamarlo azar si lo deseas —la miró, irónico—. Yo lo llamaría traición y chantaje.


—Nunca lo olvidarás —aquello la hacía sentirse desolada. Terriblemente sola.


—¿Crees tú que podría hacerlo?


—Mi padre es un hombre enfermo, Pedro.


—Yo no fui el culpable de su ataque, Paula. Y tampoco de su ruina. Si yo no hubiera comprado Bellemont, cualquier otro lo habría hecho.


—¿Pero por qué la querías tú? Tu vida no está aquí. Tampoco tu carrera, tu compañía. Y supongo que estarás casado... —pensó en la mujer que había visto en su coche.


—No he sentido la menor urgencia de casarme —le respondió con tono cortante—. Al contrario que tú. Y en cuanto a tu pregunta, esta es una magnífica propiedad, y yo necesito un refugio en el campo. Algo para relajarme.


—¿Un refugio? ¿Es que no vas a reactivar la granja?


—De alguna forma, lo estoy haciendo ya. Si tu padre y tú no se oponen a ello.


—Pareces tan amargado...


—Desde luego que lo estoy, pero no necesitas preocuparte por ello —se le acercó, haciéndola sentirse como si la estuviera acorralando en una esquina—. ¿Qué tal te has instalado en tu nueva casa? Anoche pasé al lado y la ví.


—Así que no llegaste esta mañana.


—No, Paula —le explicó con tono paciente—. Llegué ayer, procedente de Sydney. Me quedé a pasar la noche aquí —«En el dormitorio donde hicimos el amor aquella única vez», añadió para sí.


—¿Pero dónde dormiste? —le preguntó ella.


El mobiliario de las habitaciones de los invitados había sido vendido, y se lo habían llevado consigo...


—¿Qué importa eso? —en realidad, había pasado la noche en un saco de dormir, en el suelo—. Yo también puedo hacerte preguntas. ¿Qué estás haciendo tú aquí, en mi propiedad? —no había querido expresarse de esa forma, pero la tentación había sido demasiado grande.

No hay comentarios:

Publicar un comentario