miércoles, 23 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 34

 —¿Cómo es que no te casaste con ella? —Adriana quería volver a toda costa al tema central de la conversación—. Resulta obvio que era a ella a quien querías.


—¿Realmente deseas saberlo? —la miró, irónico.


—Inténtalo.


—Es algo de lo que nunca hablo, Adriana —repuso, sacudiendo la cabeza—. Fue una época muy desgraciada de mi vida.


—¿Entonces por qué volviste? —no estaba muy segura de comprenderlo.


—Porque, querida, aquella historia aún no ha terminado.


Adriana se dijo que aquello era una confesión en toda regla. Lo que realmente necesitaba era información confidencial, y la conseguiría al precio que fuera.





Durante varios días Paula estuvo dudando entre confesarle o no a su padre la verdad: Que Olivia era la hija de Pedro. Lo había sabido durante todo el tiempo, antes incluso de que le confirmaran que estaba embarazada. Aquella única ocasión en que estuvieron juntos había sido sencillamente demasiado gloriosa, demasiado llena de aquella pasión y de aquella fiebre que daban origen a la vida. Los actos de su padre y de Martín les habían costado muy caro a los dos. Se daba cuenta de que debió habérselo contado a Olivia, la madre de Pedro. Sin una madre, sin una mujer experimentada y serena a la que dirigirse en busca de ayuda, la conciencia de lo que le había sucedido le había resultado aterradora. Se había dado cuenta de que llevaba en sus entrañas al hijo de Pedro, y de que él se había marchado. Pero no hubo forma de que Olivia la escuchara. En su opinión, Paula Chaves solo había ocasionado problemas a su hijo; no era, por tanto, una persona de confianza. Así que se casó con Martin. Indudablemente su padre la había impulsado a hacerlo como si sus vidas dependieran de ello. Y él no supo que ya estaba embarazada, pues se lo escondió a todo el mundo; no lo anunció hasta el séptimo mes. Por entonces, Martín y Miguel recibieron alborozados la noticia y esperaron la llegada del heredero de las dos familias. Su padre había adorado a Olivia desde el primer momento. Pero Martín, de manera muy extraña, a pesar de no dudar de su paternidad, no se había comportado con ella como un padre cariñoso y entregado. Durante toda su infancia raramente había jugado con ella, como si hubiera sido incapaz de demostrarle su afecto. Aunque por otra parte jamás se había comportado mal con ella, algo que Paula jamás habría tolerado. Era como si Martín hubiera percibido en lo más profundo de su corazón que aquella niña no era realmente suya; como si sospechara algo que siempre se calló. Su propia familia adoraba a Olivia, y le prodigaba sus visitas. Habían sido muchas las razones que le habían aconsejado a Paula callar la verdad. Como en ese momento. Y entre esas razones se encontraba el temor a que su padre sufriera otro ataque, si se decidía a contárselo. No parecía existir ninguna forma de que compartiera aquella carga. 


Esas eran las reflexiones de Paula mientras montaba su hermosa yegua, Gypsy, cabalgando a través de los bosques que bordeaban el río. Finalmente salió a una pradera y dejó hacer a su montura lo que más le gustaba: galopar. El viento silbaba en sus oídos mientras disfrutaba de aquella sensación, enervante y relajante a la vez. Estaba especialmente encariñada con Gypsy. No había forma de que pudiera venderla, a pesar de que había recibido ofertas muy atractivas. Vendería hasta su última joya antes que desprenderse de aquel animal. Los Schroeder, buena gente como eran, se ocupaban de mantener a Gypsy en su granja, negándose en redondo a que Paula les pagara los gastos.

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