lunes, 21 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 26

 —¿Recuerdas dónde estaba el Chantilly Café?


—Claro —respondió Pedro.


—Allí hay un buen restaurante —comentó Paula, nerviosa—. El Augustine. Nos veremos allí. Pero me temo que hasta las ocho no podré ir.


—¿No te recogerá el señor Alfonso? —le susurró Olivia, porque no le gustaba que su madre condujera sola por la noche. No era seguro. Para que no le sucediera lo que a papá...


—Estaré a la puerta de tu casa a las ocho en punto —le ofreció Pedro—. No molestaré a tu padre.


—Usted no nos molestará en absoluto —repuso Olivia, esperando tener otra oportunidad de ver a aquel amigo de su madre.


En un impulso, Pedro se puso en cuclillas y la miró con tal expresión de cariño que la pequeña se lanzó a sus brazos, enterrando la carita en su cuello. No pudo soportarlo. Se olvidó de que prácticamente era un desconocido para ella, y la abrazó, acariciándole la espalda.


—¡Oh, Pedro! —susurró Paula, contemplando aquella escena.


—Le prometo que le volveré a ver —le aseguró Olivia.


Pedro se incorporó, acariciándole tiernamente la cabeza.


—Y yo, Olivia, te prometo que me verás durante el resto de mi vida.


Era una promesa que los tres tendrían ocasión de recordar. No había forma de que pudiera mentirle a su padre. Además, Olivia estaba tan contenta por el encuentro que habían tenido en la puerta del colegio, que no cesó de charlar sobre ello hasta que Miguel se lo impidió lanzándole una feroz mirada.


—¿Por qué no te cambias de ropa, cariño? —le sugirió Paula, dominando su furia a su vez. 


No estaba dispuesta a exponer a su hija a los malos humores de Miguel. Era un hombre amargado. Y Pedro había regresado para darles a ambos una buena lección.


—Sí, mamá —Olivia miró a su madre, que le sonrió para animarla.


—Cuando vuelvas, te tendré preparada una tacita de té.


—Quizá no haya oído bien —empezó Miguel tan pronto como desapareció Olivia—. ¿Pedro Alfonso se presentó en el colegio?


—Pasó por allí. Eso es todo.


—¡No me digas! Te estaba vigilando. Será mejor que tenga cuidado de no tropezar conmigo.


—Esta noche voy a cenar con él.


—Que tú... ¿Qué? —inquirió, rojo de ira—. ¡Ese hombre es un ladrón!


—Creía que ya habíamos aclarado eso, padre —repuso Paula lo más tranquilamente que pudo—. Y, por favor, no levantes la voz. No quiero que Oli se inquiete.


—No, pero quieres inquietarme a mí. Te prohíbo que salgas esta noche de casa, Paula. Tienes una hija de la que cuidar, para no hablar de mí.


—Padre, por favor —le suplicó, al límite de su paciencia—. No quiero discutir contigo. Soy una mujer mayor. Apenas me separo un momento de Oli y de tí. Pedro es demasiado poderoso para ignorarlo. Quiere hablar conmigo.

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