miércoles, 7 de diciembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 74

 –Tienes razón, pero eso no cambia el hecho de que eres mi mejor amiga y, después de lo que hiciste por Luciana, mi padre me despellejaría si no te llevase a la boda… O si yo fuera la razón por la que decidieras no asistir – giró entonces la cabeza para mirarla–. Quieres asistir, ¿Verdad? Lo que hay entre nosotros no hará que te sientas incómoda por venir, ¿Verdad?

 

A Paula no se le había ocurrido pensar que Pedro pudiera ver la situación desde su perspectiva, que pensara que tal vez ella no quisiera estar a su lado, en vez de al revés. ¿Sería posible que se sintiera… inseguro? Le parecía improbable. Aun así, ¿Cómo explicar si no que a un hombre cuyas relaciones duraban lo mismo que una mosca de la fruta pudiera preocuparle que ella no quisiera seguir con su relación porque le hacía sentir incómoda?


 –No –respondió Paula con firmeza–. Lo que hay entre nosotros no hace que me sienta incómoda estando con tu familia. Es solo que no quiero cohibir tu estilo –le dijo, porque no se le ocurría otra manera mejor de expresar la razón por la que pensaba que tal vez no quisiera ir a buscarla.


 –Mi estilo –repitió él con una sonrisa al oír su frase–. Con respecto a eso… –comenzó a decir, pero se detuvo.

 

–¿Sí? –preguntó ella. Quería que siguiese hablando, pero al mismo tiempo se preguntaba si acabaría arrepintiéndose de averiguar a qué se refería.

 

Era consciente de que, cuando se decían las cosas, no había marcha atrás. Y, mientras esas cosas no se dijeran, podría seguir fingiendo que todo era perfecto. A pesar de que la perfección fuese algo que en realidad no existía. No pudo evitar preguntarse en qué momento se habría complicado tanto su vida. 


–¿Cuál es mi estilo exactamente, Paula? –preguntó él.

 

Ella se encogió de hombros.

 

–Eres el típico hombre encantador con lengua de plata en torno al que deambulan todas las mujeres solteras, y algunas no solteras –él lo sabía. ¿Por qué estaba pidiéndole que se lo explicara?–. ¿Cuál es el problema, Pedro? ¿Necesitas que te suba el ego? ¿Tienes miedo de que quedarte conmigo pueda alterar algún tipo de equilibrio universal?


 –¿De qué diablos estás hablando? –le preguntó él, completamente confuso.


 Paula estaba siendo sincera con él. Le conocía desde hacía demasiado tiempo como para no serlo, además no sabía ser de otra manera. Nunca había tenido una pizca de mentira en su cuerpo. Se humedeció con la lengua los labios, que se le habían quedado secos, antes de contestar.

 

–Estoy esperando a que caiga la espada.

 

–¿Qué espada? –preguntó él, igual de confuso que antes.

 

–La espada –repitió Paula. ¿Acaso no lo entendía?–. La espada de Damocles.

 

–¿De qué diablos hablas? ¿Esos cursos online que estás haciendo te están friendo el cerebro? –preguntó Pedro, claramente confuso por no entender lo que estaba intentando decirle–. Soy un hombre simple, Paula. Así que habla claro.


 Paula abrió la boca para responder, pero entonces volvió a cerrarla y se quedó mirándolo. Paula. Acababa de llamarla Paula. No muñeca, como hacía normalmente, sino Paula. No recordaba la última vez que le había oído utilizar su nombre real. ¿Eso sería buena señal, o debería prepararse realmente para algo serio? Para algo malo.

 

–La espada de Damocles –repitió–. Todo lo que sube, baja. Siempre que sucede algo bueno, tiene que suceder algo malo después. ¿Me expreso con claridad?

 

Cuando casi habían llegado a la iglesia, Pedro se echó a un lado de la carretera y detuvo la camioneta para poder centrar toda su atención en aquella conversación, que para él no tenía ningún sentido. Tal vez le resultara más fácil si no le distraía la conducción. 

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