lunes, 19 de diciembre de 2022

Serás Mía: Capítulo 16

 —Pe… Pero… ¿Qué es lo que pasa aquí? —acertó a preguntar con un hilo de voz. Dió un salto hacia atrás, señalando acusadoramente al pálido caballero cuya mano acababa de sostener—. ¿Usted no es…?


—No, señorita. Mi nombre es Mariano Early —confesó el interpelado con una desmayada sonrisa—. Encantado de conocerla.


—Pe… pero… —horrorizada, ni se atrevía a mirar a Pal. La verdad que se abría paso en su cerebro era demasiado terrible para ser cierta—. Usted no pu… no puede ser…


—Pedro Alfonso, para servirla —replicó el joven con la misma gentileza que si estuvieran siendo presentados formalmente. Dejó caer las llaves en el bolsillo de la chaqueta de Mariano y se quedó mirándola con una expresión burlona—. Me alegro mucho de conocerla… Por fin.


A pesar de lo estupefacta que estaba, Paula no pudo por menos que advertir su insolencia. La estaba dejando como una tonta, y estaba disfrutando de cada segundo. En lo que a Pedro concernía, aquella alianza era lo más opuesto imaginable a lo que podría entenderse como placer, podía cortarse la tensión que había entre ellos. Para ella, estar a su lado era como si la obligaran a sentarse en la silla eléctrica, mientras que Pal, estaba segura, ni siquiera querría estar en el mismo Estado que ella. Pero, entonces…


Él la asió por el brazo, apretando con fuerza.


—Permítame que la acompañe a su cuarto.


En un supremo esfuerzo por recuperar el equilibrio mental, Paula exclamó:


—¡Usted me prometió que no vendría por aquí!


—A decir verdad —la corrigió Pal de inmediato—, fue Mariano el que le dijo que no vendría por aquí. Y para ser aún más exactos, usted prometió que se casaría conmigo…


Aquella frase hizo que Paula se tambaleara, tanto física como mentalmente. Aquello no iba a funcionar. No podía quedarse allí. 


—Esta situación es imposible, señor Alfonso —declaró gélidamente. Tal vez su ex prometido no tuviera el corazón roto por su culpa, pero de lo que no había ninguna duda era de que se iba a mostrar implacable con ella—. Dadas las circunstancias, creo que no puedo quedarme.


La expresión de Pedro era impenetrable.


—Esa decisión es solo suya, por supuesto —dijo muy tranquilo—. Tengo entendido que la mayoría de sus colegas darían un brazo por una oportunidad como esta —añadió con un gesto que abarcaba la casa—. Medítelo, señorita Chaves, y dígame si me equivoco.


Pero a Paula no le hacía falta pensarlo. Sabía que tenía razón. En todos sus años en el mundo de la decoración, jamás había visto un ejemplo tan espectacular de estilo victoriano americano. Si trabajaba duro, podría convertirlo en una obra maestra, digna de figurar en los libros de arte. ¿Cuántas personas tenían la oportunidad de participar en el nacimiento de una obra maestra? El temor a perder aquel sueño pesaba como una losa sobre su ánimo, tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no echarse a llorar. Sacudió la cabeza, sintiéndose como una tonta. Deseaba estar en cualquier otra parte, pero sabía que tenía que poner fin a aquel estúpido e infantil comportamiento. Reprimiendo un sollozo, buscó su mirada:


—Teniendo en cuenta que me detesta, ¿Por qué se empeña en seguir ofreciéndome este trabajo? No tiene ningún sentido.


—Pues es muy sencillo, señorita Chaves —replicó Pedro, gélido y cortante—. Yo siempre cumplo mis promesas. 

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