miércoles, 14 de diciembre de 2022

Serás Mía: Capítulo 6

 —¿Señorita Chaves?


La voz grave la sacó de sus reflexiones.


—Eh…, sí, sí, dígame.


—No, dígame usted a mí.


A Paula jamás se le pasó por la mente que Alfonso quisiera contar con ella después de dejarlo plantado, de manera que aceptar su proposición le parecía irreal. Dejaba a un hombre plantado en el altar y, al cabo de una hora, ese mismo hombre le ofrecía un empleo fantástico… Incomprensible.


—Pues es usted muy… ¿Está usted seguro?


—Como acaba de decirme, señorita Chaves, apenas tiene usted tiempo, ¿Podría darme su respuesta?


Paula no sabía qué decir. La oferta para trabajar en su casa, después de romper su promesa de matrimonio, demostraba, por parte de Alfonso, una gran tolerancia. Pero, ¿Cómo tener la arrogancia de aceptarla? Por otro lado, ¿qué había de malo en aceptarla? ¿Cuántos asesores de restauración histórica de Kansas tenían la oportunidad de aparecer en las páginas de Architectural Digest?


—¿Sigue usted ahí, señorita Chaves? 


Paula volvió a salir de su estupor.


—Sí, sí, aquí sigo —dijo. Tenía una idea y tenía que expresarla—. Es usted muy amable al ofrecerme ese trabajo, considerando… Lo que ha pasado. En realidad, lo que me preocupa…


-A mí casi no me verá, señorita Chaves. Si voy a casa, no será por verla a usted, y todas mis visitas serán muy breves.


¿Cómo demonios había deducido que era eso lo que iba a preguntar? Por lo visto, aparte de tolerante era muy intuitivo.


—Bueno… —dijo Paula, vacilando. Si dejarlo plantado prácticamente en el altar no lo molestaba, ¿Quién era ella para negarle una nueva oportunidad?—. Pero, por supuesto, tengo que ir a Kansas City, al funeral de mi… —se interrumpió, le costaba pronunciar aquellas palabras sin emocionarse. Aún no se había acostumbrado a la ausencia de su abuelo.


—Por supuesto. Supongo que le bastará con una semana en Kansas. Notifíqueme la fecha y la hora de su regreso y enviaré a alguien a recogerla.


La línea se cortó. Tras unos segundos escuchando la señal, Paula se dió cuenta de que el señor Alfonso había colgado, dando el trato por cerrado. Estaba confusa, pero si ella no había dicho «No», ¿No equivalía eso a decir «Sí»? La reforma de la mansión Alfonso les convenía a ambos. Ella se sentiría menos culpable por haberlo plantado y la mansión se revalorizaría enormemente. Además, suponía tanto trabajo que mantendría su mente ocupada y, gracias a ello, podría distraer su pensamiento de la muerte de su abuelo.


—Muy bien —musitó, dejando el auricular en su sitio—, le veré dentro de una semana, señor Alfonso.


Se quedó sentada en la cama, mirando al frente, abstraída. El día fijado para su boda había sido agotador, y lleno de tristeza y sentido de culpa. Nunca se había comportado como aquel día, tan mal. Se avergonzaba tanto de sí misma… Además, era tan antinatural verse recompensada por la persona a la que había ofendido. Pero, ¿lo había ofendido en realidad? Oyendo al señor Alfonso, nadie lo diría. Al parecer, para Pedro Alfonso, verse rechazado por Paula Chaves no tenía ninguna importancia. 

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