miércoles, 28 de diciembre de 2022

Serás Mía: Capítulo 36

 —Mamá, por favor, no empieces. Aunque Pedro sea esa joya que has descrito, hay una cosa que me parece más importante.


—¿De verdad? —su madre puso el grito en el cielo—. No me digas que le encantan los animales y que adora a los niños. ¡Qué horror! ¡Qué cosa tan repugnante!


Era evidente que su madre estaba muy enfadada.


—Mamá, por favor, escúchame. Cuando digo que hay algo más, no tiene por qué ser una buena cualidad, sino que puede tratarse de algo malo.


—¿Malo? —su madre no parecía dispuesta a creer que su ídolo tuviera algún fallo—. ¿Te ha pegado acaso?


—¡No, claro que no!


—¿Bebe? ¿Juega, quizá?


—No… Que yo sepa al menos.


Alejandra lanzó una mirada llameante a su hija. Estaba a punto de perder la paciencia.


—Mamá, por favor, ese tipo es un vengativo. Me ha estado haciendo la vida imposible desde que fue a buscarme al aeropuerto. No es como tú te imaginas.


—¿Vengativo, dices? —le espetó su madre acusadoramente—. ¿Y por qué crees que reacciona así? ¿No será quizá porque lo dejaste plantado en el último minuto? Es un Varos, viene de una familia de lo más respetable. ¿Cómo hubieras reaccionado tú si la situación hubiese sido la contraria? Tú también querrías vengarte entonces, ¿no?


—No —dijo Paula, convencida—. Intentaría seguir adelante con mi vida y olvidarlo cuanto antes —tuvo una súbita inspiración y añadió—: Estoy segura de que papá no se hubiera portado tan mal como él.


Alejandra se quedó callada un momento antes de soltar una respuesta que Paula no se esperaba.


—No, hija, tu padre me habría perseguido con un garrote para darme un buen golpe en la cabeza.


—No me parece nada gracioso eso que dices.


—Es que no pretendo ser graciosa, cielo. Tu padre tenía su carácter y su orgullo. Contigo fue un buen padre, cariñoso y atento, pero podía ser muy desagradable, y no perdonaba las ofensas. Creo que si estuviera vivo, no le habría gustado nada lo que has hecho; diría que has mancillado el honor de la familia Chaves.


—No tienes ningún derecho a decir cosas tan horribles del pobre papá —replicó Paula muy digna.


—Cielo, yo fui su mujer, y lo amaba, pero no puedo decir que fuera perfecto, ningún hombre lo es —su madre apretó sus manos entre las de ella, como si de esa forma quisiera infundirle un poco de sentido común—. Perdiste a tu padre cuando no eras más que una niña, y lo convertiste en tu héroe, pero no debes permitir que esa imagen ideal sea tu modelo de hombre en el mundo real. No esperes encontrar un santo, ni siquiera Niko lo es. Si yo estuviera en tu lugar, me arrodillaría a sus pies y le suplicaría que me perdonara y me diera otra oportunidad. Si le dejas escapar, te arrepentirás toda la vida. Ya sabes que tengo por norma no inmiscuirme en tus asuntos, pero este hombre es más de lo que cualquier mujer podría soñar, en todo y por todo: es guapo, generoso, leal, decente…


—¿Decente? ¿Leal? —Paula no podía dar crédito a lo que estaba oyendo—. ¿Me quieres decir qué decencia puede haber en la venganza? Y me río de su lealtad: Me trata o como a una idiota o como si pensara que soy lo peor.


—Pedro Alfonso podría tener a la mujer que deseara con solo chasquear los dedos —la interrumpió su madre, terminante— y, sin embargo, optó por cumplir su promesa.


—¿Y qué? —Paula estaba tan furiosa que casi gritaba—. Es un hombre muy convencional que se pasa la vida viajando, sin tiempo para molestarse en cortejar a una mujer. Está demasiado ocupado y es demasiado egoísta como para enamorarse. 

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