lunes, 12 de diciembre de 2022

Serás Mía: Capítulo 2

Por otra parte, seguro que aquel no era el primer trato en que fracasaba. Se sentiría decepcionado, quizá molesto, pero pronto lo superaría. Cuando se calmara, se dijo escribiría una larga carta de disculpa. Qué sola se sentía. Suspiró profundamente. Ojalá el abuelo Roberto no hubiera sufrido aquella crisis fatal. Lo único que la consolaba era saber que su madre, Alejandra Chaves, que había cuidado a su suegro durante largos años, había permanecido al lado de este hasta el último momento. Alejandra sentía tanto aprecio por el abuelo, que se había quedado en Kansas cuidándolo, aun sabiendo que eso significaba perderse la boda de su única hija. Ya que la boda se había anulado, Paula solo podía hacer una cosa: Volver a su hotel, hacer las maletas y dirigirse a San Francisco. Debía volver a Kansas para estar con su madre y decir el último adiós a su abuelo Roberto.




El día 1 de junio se estaba transformando en una auténtica pesadilla para Pedro Alfonso. Su vuelo desde Tokio se había retrasado no solo una, sino dos veces, con el consiguiente riesgo de que se perdiera su propia boda. Luego, de madrugada, nada más llegar, se había encontrado con que el piso estaba inundado debido a una gotera. Había quedado en tal estado que tuvo que ponerse el esmoquin de su boda en el cuarto de baño de su despacho. Y en aquel momento, mientras se lo estaba poniendo, su prometida, a la que todavía no conocía, había irrumpido en su oficina y anunciado a su perplejo ayudante que no podía casarse con él. Se asomó por la puerta entreabierta del baño y oteó el horizonte. La mujer se había ido, pero su ayudante estaba atónito, como si hubiera sufrido una parálisis repentina, con la vista fija en la puerta. Pedro se apoyó en el marco de la puerta y exhaló un suspiro.


—¿Qué ocurre, Mariano? —preguntó con cinismo—. ¿Es la primera vez que te dan  calabazas?


El humor de Pedro sacó a su ayudante del estupor.


—¿Es eso lo que ha pasado?


Pedro negó con la cabeza. Estaba desorientado debido al desfase horario y a la falta de sueño. Llevaba setenta y dos horas sin dormir, cerrando sus asuntos para poder marcharse de luna de miel.


—La verdad es que soy nuevo en este negocio, pero ese discurso me ha parecido un «Adiós».


Se fijó en Mariano, un hombre meticuloso y sombrío, concentrado siempre en los detalles y con una prominente y patricia nariz. Aunque era de natural pálido y grave, parecía tan impresionado por el reciente ataque que Pedro sintió compasión por él. «¿Por él?» Constató que aún no se había dado plena cuenta de lo que le había ocurrido. Estaba demasiado cansado para enfadarse, pero sabía que muy pronto, y a pesar del cansancio, sería presa de la rabia. Se apartó de la pared, ajustándose el esmoquin.


—Es absurdo que me quede aquí lamentándome. Tengo que actuar.


—¿Debo informar a los invitados?


—¿Qué? —dijo Pedro, frunciendo el ceño, sorprendido por la pregunta—. Por supuesto que no…


—Pero… 

No hay comentarios:

Publicar un comentario