lunes, 5 de diciembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 67

El tono de su voz le produjo una alegría en el corazón que jamás hubiera creído remotamente posible. Si antes ya le amaba, ahora estaba completamente enamorada de él. En vez de responder o decir algo, comenzó a besarlo con toda la pasión que había intentado contener, la pasión que había luchado por disimular durante todos esos años cada vez que hablaba con él. Ya no podía aguantar más porque, mientras Pedro deslizaba la mano por las zonas más sensibles de su cuerpo, en su interior iban desencadenándose las sensaciones, una detrás de otra, hasta que creyó que iba a morirse de placer. Mientras se retorcía contra sus caricias, sin saber si podría aguantar más, Paula abrió los ojos, que ni siquiera era consciente de haber cerrado.

 

–Haz el amor conmigo, Pedro –susurró–. Haz el amor conmigo ahora.

 

Su sonrisa le llegó directa al corazón mientras Pedro la recostaba sobre el sofá.

 

–Creí que eso era lo que estaba haciendo –murmuró él en tono de broma.


 Pero su mirada hablaba en serio cuando se tumbó encima. Apoyó el peso sobre sus codos y restregó su torso musculoso sobre su cuerpo húmedo. Primero la besó en la boca, después dejó caer el cuerpo y la penetró.  La resistencia que Pedro notó al hacerlo le sorprendió. Su primer impulso fue apartarse, y lo habría hecho si ella no le hubiera rodeado con las piernas para mantenerlo ahí. Aquello le obligó a seguir hacia delante en vez de retirarse. Entonces ya no quedó lugar para los pensamientos ni para las dudas. Solo quedó la llama ardiente del deseo. Al notar cómo Paula se movía bajo su cuerpo, fue aumentando el ritmo, moviendo las caderas cada vez más rápido, hasta acabar jadeando a medida que se acercaban ambos a la cima del placer. Sintió que el orgasmo le envolvía.  Ni siquiera sintió dolor cuando ella le mordió el labio en respuesta a los espasmos de su cuerpo. Cuando cesó aquel ritmo frenético, a Pedro el pulso aún le latía erráticamente. La cabeza tardó unos segundos en dejar de darle vueltas. Y, durante todo ese tiempo, mantuvo a Paula pegada a él, temiendo que pudiera desaparecer si no lo hacía, incluso mientras se apoderaba de él la incredulidad ante lo que acababa de suceder. 


Paula aún sentía la euforia mientras su pulso iba recuperando el ritmo normal. Pero, a pesar de esa euforia tan increíble, la realidad comenzaba a abrirse paso en su conciencia. Y la realidad iba muy ligada al miedo. Miedo al futuro, a lo que le esperaba en lo referente a su amistad con Pedro. Por mucho que le entusiasmara la idea de haber hecho el amor con Pedro, le aterrorizaba que aquello fuese a tener unas consecuencias irreversibles. Consecuencias que, con el tiempo, supondrían el final de su amistad. 

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