miércoles, 28 de diciembre de 2022

Serás Mía: Capítulo 38

Se detuvo a un metro de ella, escrutándola con la mirada de arriba abajo. De repente, nerviosa y desconcertada, Paula se mezo el cabello, como si quisiera mejorar su desastrado aspecto. Cuando no estaba cómoda con su físico siempre se sentía en desventaja. ¿Y a quién le importa lo que él piense?», se dijo. «Yergue bien esos hombros y míralo a los ojos tú también. Tienes derecho a tener telarañas en el pelo, llevas todo el día entre vigas polvorientas. Y también tienes derecho a estar enfadada, sus manipulaciones han puesto a tu propia madre en tu contra». Pedro levantó la mano para tocarle la mejilla y ella retiró la cara con una expresión molesta. Fue un gesto muy tajante que pareció sorprenderlo mucho. La mano se le quedó congelada en el aire. Paula lo miró.


—¿Y ese gesto a qué se debe?


Pedro bajó la mano poco a poco.


—Simplemente —dijo, esbozando una sonrisa cínica—, a que tiene la mejilla sucia.


Ella se ruborizó, limpiándose con la manga. 


—Esa no es razón para pegarme.


Él abrió mucho los ojos, sin perder el cinismo de su expresión. Estaba indignado, era evidente, pero eso solo servía para aumentar la propia indignación de Paula.


—No crea que todo esto me resulta divertido, señorita Chaves. Y ahora, si me perdona, tengo que ir a cambiarme, tengo una cita.


—¿Una cita? —repitió Paula, sin saber por qué.


Pedro se encogió de hombros y se metió las manos en los bolsillos.


—Ahora tengo mucho tiempo libre y he decidido emplearlo haciendo algo de provecho.


—¿Salir es algo de provecho? —insistió Paula. Era una impertinencia preguntar tanto, pero lo que la sorprendía era sentirse molesta al conocer los planes de Pedro—. No tanto como encontrar una cura para el resfriado, pero si usted lo considera productivo, adelante.


Pedro respondió con mueca de sorpresa ante aquella ironía.


—Gracias. No habría seguido adelante si mi cita no hubiera contado con su aprobación —dijo, dando media vuelta y encaminándose hacia la casa.


Aquel sarcasmo le dolió a Paula. Antes de saber lo que estaba haciendo, se apresuró a alcanzarlo.


—Un último comentario antes de que se vaya —dijo, agarrándolo por el brazo—. No me ha dado una respuesta clara con respecto a mi madre.


¿Por qué no lo dejaba marchar? ¿Adónde podía conducir tanta insistencia? Se pasaba la mayor parte del tiempo evitando su presencia, ¿Por qué ahora lo retenía, impidiendo que se fuera?


—Supongo que sabe que mi madre insiste en que me arrastre a sus pies suplicándole que me acepte de nuevo —dijo—. Y ya que ha desplegado ante ella todos sus encantos para que piense que es usted perfecto, ¿Qué me sugiere que haga?


Pedro se giró para mirarla a los ojos. Parecía molesto.


—Me he limitado a portarme como un caballero, o, al menos, a procurarlo.


Paula se quedó desconcertada ante aquella respuesta.


—A propósito —prosiguió él—, yo no he desplegado mis encantos ante su madre ni hecho nada parecido. Me he limitado a tratarla con el respeto que merece. Pocas mujeres cuidarían de su suegro enfermo durante años sin la más mínima queja. Alejandra es una buena persona y yo la admiro, ¿Por qué no iba a tratarla con respeto? —se inclinó hacia Paula y bajó la voz—. Que sea su madre no significa que me inspire tan poco respeto como usted —sentenció, con una expresión de furia e indignación.


Resultaba amenazador, pero impresionante. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario