miércoles, 21 de diciembre de 2022

Serás Mía: Capítulo 21

Rodeaban la mesa nada menos que veinte sillas de finas patas de metal y respaldo de fibra de vidrio, someramente tapizadas en vinilo color amarillo limón. Al verlas, no pudo reprimir una carcajada: 


—Paula, evidentemente, no estás en Kansas; es como si hubieras aterrizado en la tierra de Oz. 


Miró hacia arriba. Donde una vez habían colgado lámparas de cristal solo había tristes fluorescentes. Diseminadas por los rincones había frías lámparas halógenas que hacían que el ambiente fuera aún más desangelado.


—Si quiere usted saber mi opinión —se burló—, señor Alfonso, esta decoración le cuadra perfectamente.


—Muchas gracias.


Paula dió un respingo del susto.


—¿Es que pretende que me de un ataque al corazón? —exclamó, volviéndose hacia la puerta con las manos en el pecho.


Él todavía llevaba los vaqueros y una camiseta, con lo que más que nunca parecía un técnico que acudía a realizar una reparación, en vez del dueño de la casa y anfitrión.


—¿Disfrutando del cangrejo Chantilly?


—¿Por qué lo pregunta? ¿Es que está envenenado? —replicó Paula ácidamente.


Pedro se sentó en el extremo opuesto de la mesa.


—¿Por qué cree usted que hemos empezado con tal mal pie, señorita Chaves?


Ella apoyó los codos y lo miró directamente a los ojos.


—¿Quizá porque usted me odia y le cuesta trabajo disimularlo? — replicó sin ambages.


Él también se apoyó en la mesa, en un gesto idéntico al de ella, con los labios aún curvados en una sonrisa.


—Yo no intento ocultarlo, señorita Chaves.


La joven se recostó en la silla. Decidió cambiar de estrategia, no tenía ningún sentido enfrentarse abiertamente a un adversario de su categoría. Se estremeció al pensar que, al entrar en esa habitación, la estancia le había parecido fría e imponente… Sin embargo, desde que entrara en ella aquel hombre terrible, la encontraba casi cálida y acogedora.


—Entonces —prosiguió Pedro tras una tensa pausa—, y dejando a un lado el hecho de que esta decoración va con mi personalidad, ¿Cuál es su primera impresión de mi casa?


A Paula no le hacía la menor gracia que estuviera allí con ella, no soportaba su cínica sonrisa. Pero no podía olvidar que era una profesional y que, al menos aparentemente, él le había hecho una consulta relativa a su trabajo, así que dejando a un lado sus prejuicios, optó por darle la respuesta más conveniente. Carraspeó y se puso las manos en el regazo, para poder retorcérselas a gusto sin que él se diera cuenta.


—A decir verdad… Lo cierto, señor Alfonso, es que…


—Llámame Pedro —la interrumpió.


—¿Qué? 

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