lunes, 5 de diciembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 68

Paula intentó expulsar eso de su mente durante un rato más y se acurrucó junto a él para absorber el calor que salía de su cuerpo. Le encantaba oír el corazón de Pedro latiendo deprisa bajo su mejilla. Deseaba con todas sus fuerzas poder encontrar la manera de congelar el tiempo, de mantener aquel momento indefinidamente. Aquel era el momento álgido de su vida. No iba a poder ser mejor y probablemente desde ahí fuese cuesta abajo.

 

–No me lo habías dicho –sobresaltada, Paula oyó y sintió el tono acusador de aquella frase.

 

Intentó buscar en su mente el significado de aquellas palabras enigmáticas, pero no lo encontró. Estaba en blanco. El miedo había hecho prisioneros a todos sus pensamientos.

 

–¿Decirte qué? –preguntó al fin.

 

De nuevo sintió sus palabras resonando contra su mejilla.

 

–Ya lo sabes.

 

Paula levantó la cabeza y lo miró. Pedro no estaba tomándole el pelo ni jugando a las adivinanzas. Estaba serio y además parecía incómodo. Lo sabía.  Sabía que, cuando pasara aquel frenesí, Pedro se sentiría incómodo con ella porque se habían acostado.  ¿Iba a perder su amistad por aquel paso en falso?  ¿Cómo podría resolver aquello?


 –Si lo supiera –dijo en un susurro–, no te estaría preguntando qué quieres decir. No me gustan los juegos, ¿Recuerdas? ¿Hace cuánto que me conoces?


 Estaba intentando utilizar el factor tiempo en su favor, para recordarle que llevaban años siendo amigos, y amantes menos de una hora. A medida que se le aclaraban las ideas, se daba cuenta de que no deseaba sacrificar su amistad por una hora de placer, por muy maravilloso que hubiera sido… Y había sido absolutamente maravilloso. Pero, maravilloso o no, deseaba tener a Pedro en su vida más allá de esa noche.  «Entonces deberías haberte ido a casa», se dijo a sí misma con rabia.


 –¿Que cuánto hace que te conozco? –repitió él–. No lo sé. Una hora, quizá menos.

 

Ahora sí que no entendía nada. ¿Sería todo un juego al fin y al cabo?


 –¿De qué estás hablando? Me conoces desde hace muchos años.

 

–Pensaba que te conocía desde hacía muchos años –precisó Pedro–. Pero obviamente nunca te he conocido. Esta es una nueva faceta tuya que no conozco. Y nunca lo habías mencionado.


 –¿Mencionar qué? –preguntó ella. 


¿Que le quería? ¿Que deseaba estar con él? ¿Que no podía soportar que hablase de otras mujeres cuando deseaba ser ella la que estuviera entre sus brazos? Con la que hiciera el amor y con la que quisiera tener hijos. A Pedro le llevó varios intentos decírselo. Cada vez que comenzaba, sentía que se le trababa la lengua.


 –Que… Que eras… Que eras virgen.

 

Paula se quedó mirándolo. ¿Estaba quejándose de su falta de experiencia? ¿Había acabado decepcionándolo al final? ¿Era ese el tema de aquella conversación tan incómoda?  ¿En qué momento preciso pensaría Pedro que debería haberle dado esa información concreta?


 –No es muy buena manera de iniciar una conversación –respondió ella mientras intentaba incorporarse. Cuando lo logró, recogió del suelo su uniforme–. Siento haberte decepcionado.

 

–Decepci… –Pedro no terminó de decir la palabra–. No se trata de eso –le dijo, frustrado y furioso al mismo tiempo. Frustrado con ella por no decirle que era virgen, furioso consigo mismo por lo que acababa de hacer.

 

–Entonces, ¿De qué se trata? 

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