viernes, 29 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 69

Paula cerró la boca para no decir nada de lo que pudiera arrepentirse. Pedro no parecía dar crédito a lo que acababa de oír. Su cara era un enigma... Sorpresa, sin duda, y... Se le cayó el alma a los pies. No podía culparle por mostrarse prudente y precavido y no estaba dispuesta a empujarle a hacer algo que no quería hacer. Si necesitaba tiempo, le daría todo el que necesitara. Se aclaró la garganta y se puso en pie.


–¿Por qué no lo piensas un poco y luego me llamas?


Él se levantó de golpe.


–¡No!


Ella tragó con dificultad. El corazón casi se le paró un momento.


–¿Eso significa que no, que no quieres cenar conmigo? ¿O que no necesitas pensártelo?


–Significa que no quiero que te vayas todavía.


Pedro sentía que el corazón le latía sin control. Cada vez le resultaba más difícil respirar. Ella se sentó de nuevo.


–¿Me estás pidiendo una cita?


–Eso es. Sí.


Él se sentó entonces, aunque más bien se diría que se desplomó en el asiento.


–¿Por qué?


–Por las mismas razones que tú me pediste una cita hace tres semanas, supongo.


Él no dijo nada, pero ella pudo ver la batalla que libraban la esperanza y el miedo en su interior. Sintió sus dudas. Quería hacer las cosas despacio, pero... Se inclinó por encima de la mesa hacia él.


–Pedro, ¿Puedo hablarte con franqueza?


–Me gustaría, Paula –se inclinó hacia ella también. Cruzó las manos sobre la mesa.


Se había remangado la camisa, dejando al descubierto sus antebrazos fuertes y bronceados.


–¿Paula?


–Yo... Pedro... Te quiero.


Él se quedó inmóvil. Ella no sabía muy bien qué esperar. Tragó en seco. Tenía que terminar lo que había ido a hacer allí.


–Puedo decirte el momento exacto en el que me dí cuenta. Quiero decir que... No puedo negar que me sentí atraída por tí desde el comienzo, pero...


–¿Cuándo? –preguntó él–. ¿Cuándo te diste cuenta?


–La noche que me fui de aquí, después de hablar con las chicas sobre sus trajes para el concurso.


Pedro apretó los puños. Se le tensaron los músculos.


–¿Y por qué no viniste entonces a decírmelo?


–Estuve a punto.


–¿Pero?


A Paula le empezaron a temblar las manos.


–Me dí cuenta de que no es cosa tuya hacerme sentir completa de nuevo. Si te lo hubiera dicho entonces, te hubiera puesto demasiada presión encima. No era mi intención, pero era eso lo que iba a pasar. Era yo quien tenía que reconciliarme conmigo misma. Era algo que tenía que hacer sola. Una vez lo consiguiera, volvería para ver si... Si todavía teníamos una oportunidad –el corazón le latía tan rápido que parecía que le iba a estallar.


–¿Y ahora ya te sientes así, Paula? ¿Te sientes completa? –sus ojos la traspasaban de lado a lado. 


De repente, Paula sintió que podía sonreír. No importaba si la rechazaba o si la aceptaba. Por lo menos podía sonreír.


–Sí. Ahora sí.


Él sonrió también y a Paula le pareció que le habían salido alas enel corazón.


–Bueno, Pedro, ¿Quieres cenar conmigo un día?


–Al diablo con la cena –se puso en pie.


Rodeó la mesa y la estrechó entre sus brazos.


–Quiero más que eso. Quiero pasar el resto de mi vida con la mujer que amo.


A Paula le faltó el aliento al ver su mirada, llena de fervor y adoración. Donde sus cuerpos se tocaban surgía un calor que se propagaba por todos los rincones de su ser. Sentía sus muslos, su pecho, la mano alrededor de la cintura... Se acercó a sus labios, pero se detuvo en el último momento.


–Quiero pasar el resto de mi vida con la mujer que amo –repitió– . ¿Es posible?


Ella asintió. Hubiera accedido a cualquier cosa en ese momentocon tal de volver a sentir sus besos.


–Sí –dijo en un susurro. 

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