miércoles, 13 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 36

 –Quería pedirte un favor –empezó a decir, intentando poner un tono entusiasta–. ¿Tú y las mujeres de la cooperativa estarían dispuestas a alquilarme el local de manualidades los jueves por la tarde y los sábados por la mañana durante las próximas tres semanas? Me aseguraré de estar fuera antes de que empiece el club de bordado de los sábados por la tarde.


–¿Y para qué lo quieres? –Gloria entrelazó las manos.


–Oh, si no les viene bien, puedo alquilar el local de la biblioteca, pero preferiría que la cooperativa se llevara el alquiler. Eso es todo – añadió, evitando la pregunta de su tía deliberadamente.


–Claro que puedes usar el local, Paula, cariño. No tienes que pagar por él.


–Pagaré –se sentó y le dio un beso en la mejilla a su tía–. Gracias. Quiero dar unas clases sobre estética, porte y cuidado personal. Maquillaje, moda, a lo mejor un poco de diseño... Darles clase a las chicas de Miss Showgirl me ha puesto en forma. Lo he disfrutado mucho.


–Pero...


Como su tía no siguió adelante, Paula decidió no presionarla.


–Pareces cansada, tía Gloria. Trabajas demasiado. Lo siento. No quería entretenerte. Si quieres quedarte a dormir un rato más por la mañana, yo puedo hacerte el turno.


–¡No necesito dormir por la mañana!


–Solo era una sugerencia –Paula reprimió una sonrisa y levantó su taza–. Creo que me la llevo a la cama.


–¿Paula?


–¿Umm?


–¿El... Comité se presentó en tu clase esta tarde?


–Sí.


–¿Y?


–Me pidieron que dejara mi puesto y trajeron a una sustituta. Ya sabes... La excusa que me dieron, eso de que no soy miembro del comité, me pareció bastante tonta... Provinciana, y de mentes estrechas.


–¡Oh, Dios! –Gloria se llevó las manos a las mejillas–. Espero que no te sintieras ofendida.


–En realidad, sí –dijo y entonces sintió pena por su tía–. Aunque sí que creo que es buena idea que las chicas tengan una sola profesora durante los tres meses. De todos modos, ahora puedo llevar mis propios cursos sin tener la presión del concurso. Puedo pasármelo bien sin más. Buenas noches, tía Gloria.


–Buenas noches, cariño.


Sintió la voz de su tía cuando iba por la mitad del pasillo. Cuando llegó a su habitación, ya tenía una sonrisa en los labios. 



El viernes a eso de las cuatro y media, Paula ya tenía a dieciséis chicas matriculadas en el curso. Casi por inercia, se asomó a la puerta del taller de Pedro de camino a la tienda.


–¿Pedro?


–Atrás.


Paula atravesó la zona del vestíbulo y se dirigió al taller propiamente dicho. Había un Corvette subido en el elevador. Pedro estaba debajo, de pie dentro de un hueco de cemento, arreglando algo en el coche.


–Vaya –le dijo él, mirándola de reojo un momento–. Pero si es la princesa.


–Hola, paleto.


Paula miró a su alrededor. Las dobles puertas del fondo estaban abiertas. Más allá se veía el patio trasero y la casa. Olía a gasolina y a aceite y había herramientas por todas partes.


–Hola, princesa, ¿Puedes darme esa llave de ahí? 

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