lunes, 11 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 33

 –La gente odia que le recuerden su propia mortalidad. Y eso es precisamente lo que yo hago. Por eso prefieren que me quede en casa. Así no tendrán que verme y no tendrán que recordar cosas desagradables.


–Paula, yo...


Ella levantó una mano.


–No me importa lo difícil que me lo pongas, Pedro. Tú, Gloria, o cualquiera de sus amigos... Los voy a derrotar a todos.


Pedro se dejó caer sobre su silla.


–No quiero ponerte las cosas difíciles. Cáncer de mama –apretó los puños–. En cuanto dijiste esas palabras, me entró el pánico. Siento mucho haberte infravalorado. Siento mucho haberte tratado como si no supieras cuidar de tí misma. Sé que siempre parece que no hago más que disculparme, Paula, pero de verdad siento mucho haberte hecho sentir tan inútil.


–Gracias –dijo Paula sin más. Su sinceridad significaba mucho para ella–. Bueno... entonces... ¿Me ayudarás?


–De todas las formas que pueda –se movió un poco en el asiento–. ¿Tienes algo en mente?


–No exactamente –Paula suspiró–. Si tuviéramos una aventura, todo el mundo empezaría a verme de otra manera, pero no te estoy sugiriendo que hagamos eso. Sería una mala idea, pero... –se calló y rezó por que sus mejillas no estuvieran tan rojas como las sentía.


–Podríamos fingir.


–No. No quiero mentir. Solo quiero que todo el mundo deje de verme como a una inválida.


Él se inclinó hacia delante.


–Divertido y sano. 


–¿Qué?


–Tienes que hacer que la gente te vea pasándolo bien; tienes que parecer sana y feliz.


Ella se señaló el pelo y la cara.


–Pensaba que ya me estaba ocupando del tema de «parecer».


Él chasqueó los dedos.


–¿Sabes jugar al softball?


–¿Quieres que vaya a jugar al softball?


–Quiero que le demuestres a todo el mundo que puedes correr, golpear una pelota y reírte.


De repente, todo cobró sentido para Paula.


–¡Es perfecto! Y a lo mejor tampoco me vendrá mal dejarme ver por el pub del pueblo un viernes o un sábado.


–Estupendo.


–Podría llevarme a Gloria al cine.


Pedro dió una palmada y se echó hacia atrás con una sonrisa de satisfacción en los labios.


–Podrías trabajar por tu cuenta.


Paula no entendía muy bien qué quería decir.


–Podrías dar clases... –frunció los labios–. Dos veces por semana.


–¿Sobre qué?


–Sobre todas esas cosas de chicas, modales, maquillaje... Todas esas cosas.


Paula sonrió.


–Pensaba que condenabas rotundamente todas esas cosas.


–Yo... Eh... –se rascó la cabeza–. Valentina y Lola estaban encantadas con la clase de hoy –puso los ojos en blanco–. ¿Quién hubiera dicho que el tema de una buena postura podría llegar a ser tan emocionante para unas adolescentes?


–¿Y quién hubiera dicho que los bolos y el fútbol serían igual de interesantes para los chicos de dieciséis años? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario