miércoles, 27 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 61

 –Sé que debería dar gracias por estar viva. Sé que debería dar gracias por haber sido lo bastante fuerte como para superar un cáncer. Pero lo único que veo cuando cierro los ojos es esa cicatriz, mi cuerpo desfigurado –volvió a sacudirle otra vez–. Ni siquiera soporto mirarme en el espejo.


Incluso en la penumbra de la noche podía ver que Pedro se había quedado muy pálido. Le soltó y dió un paso atrás.


–Odio mi aspecto. Si yo me siento así, ¿Cómo quieres que me crea que tú, o cualquier otro hombre, no va a sentir lo mismo?


Él tardó unos segundos en decir algo. El silencio se prolongaba...


–Tienes razón, Paula –dijo él finalmente.


De repente, Paula deseó que volviera ese silencio incómodo.


–No tenemos futuro juntos.


Las palabras se le clavaron como garras en el corazón. Aunque supiera que era verdad, no podía evitar sentir dolor.


–No es el resto del mundo quien no puede aceptar tus cicatrices y la pérdida de tu pecho. Eres tú misma. Y tienes razón. No tenemos futuro, no hasta que llegues a aceptarte tal y como eres ahora, no hasta que aceptes el aspecto que tienes y estés orgullosa de quien eres, de lo que eres.


Estiró el brazo, como si quisiera tocarle la mejilla, y entonces bajó la mano, como si se lo hubiera pensado mejor.


–Buenas noches, Paula.


Ella no fue capaz de devolverle las palabras de despedida. Él dió media vuelta y se marchó.



No fue Pedro quien abrió la puerta cuando Paula llamó. Eran las cinco de la tarde del día siguiente, un martes cualquiera.


–Papá ha salido –dijo Valentina, conduciéndola por el pasillo.


–Muy bien. Mejor así. Probablemente prefiere quitarse de en medio cuando hay que hablar de cosas serias de mujeres –ocultó su decepción detrás de una sonrisa.


El día anterior había llamado a Valentina y había quedado con ella para ver cómo le sentaba el vestido de Paula Chaves que Pedro le había comprado en la subasta. La chica le había pedido que lo transformara en dos piezas, pues quería compartir el premio con Lola, y Paula se había ofrecido a hacerles los trajes de Miss Showgirl a las dos. Después de todo, Pedro había pagado una pequeña fortuna por ese privilegio. Los gritos de alegría de Valentina y de Lola eran todo lo que ella necesitaba para sentirse feliz.


–Hemos reunido unas cuantas revistas –dijo Lola a modo de saludo cuando Paula entró en la cocina.


–Estupendo –dejó el montón de revistas que ella misma había llevado.


Las chicas se pusieron a mirarlas de inmediato. «Mira cómo han cambiado. Se han vuelto más seguras, confían más en sí mismas. Las has hecho creer en sí mismas y ahora no se conformarán con menos de lo que se merecen...». Se tomó un momento para examinar a las dos jovencitas. No tuvo más remedio que admitir que él tenía razón.


–¿Qué? –le preguntó Valentina, levantando la vista de la revista.


Con una sonrisa, se sentó a su lado.

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