viernes, 15 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 43

 –Estupendo –le entregó las llaves y le dejó entrar primero.


La casa tenía ocho habitaciones dobles. Todas tenían puertas que daban a una balconada que rodeaba toda la casa. La cocina era de tamaño industrial y tanto el salón como el comedor eran amplios y acogedores. Por la parte de atrás el balcón se convertía en un porche muy espacioso. Había una barbacoa a un lado. Era el lugar perfecto para ver la puesta de sol, tomar una cerveza en una cálida noche de verano, tostar nubes en el invierno. Paula señaló a un lado. Había una pequeña cabaña escondida entre los árboles.


–Esa es la cabaña del encargado. Tiene tres habitaciones. 


Valentina y él podrían vivir allí... El pensamiento se coló sin avisar y ya no pudo sacárselo de la mente. Paula señaló la tierra que estaba al otro lado.


–El Ayuntamiento ha permitido la construcción de cuatro cabañas a ese lado.


Pedro miró a su alrededor.


–¿Y por qué lo vende el dueño actual?


Paula apoyó los brazos en la barandilla del porche.


–Según dice el agente inmobiliario, se va a los Estados Unidos.


Contempló el paisaje y respiró hondo.


–Debió de costarle mucho dejar este lugar. Las vistas son sobrecogedoras, y la paz...


El sol de la tarde arrojaba largas sombras sobre los árboles. No corría ni una gota de aire y el silencio era absoluto. Tan solo se veía interrumpido de vez en cuando por el canto de algún pájaro. Pedro se inclinó sobre la barandilla para verlo todo. De repente la tocó en el brazo y se llevó un dedo a los labios. Señaló una familia de ualabíes que habían acudido a alimentarse de la hierba que rodeaba el jardín. Paula suspiró.


–Mira... La madre tiene una cría.


Tenía razón. Una pequeña cabecita con unas orejas demasiado largas asomaba por el marsupio de la madre. Con movimientos torpes, salió rodando y fue detrás de su madre, comiendo de la hierba también. Paula se rió.


–Estas crías son tan graciosas... Apuesto a que esta familia es medio salvaje.


Moviéndose despacio, para no molestarlos, Paula se sentó en uno de los peldaños que conducían al jardín. Pedro se quedó donde estaba.


–¿Cuánto tiempo lleva la casa en venta?


–Casi un mes.


–¿Y hay alguien interesado?


Ella levantó la vista y le miró a los ojos.


–Quizá sí.


Él se rió. Los ualabíes levantaron la cabeza, les miraron un instante y siguieron comiendo hierba. Paula entrelazó las manos y continuó mirando hacia delante. Finalmente, se volvió.


–La vida es demasiado corta como para renunciar a nuestros sueños, Pedro. Eso es lo que he aprendido en los últimos meses. Todos solemos posponer esas cosas que realmente queremos hacer. Siempre pensamos que ya habrá tiempo. Pero a veces no queda tiempo. Creo que todos deberíamos arriesgarnos y vivir el momento.


Pedro pensó que para vivir el momento tendría que hacerle el amor allí mismo, en ese preciso instante. Pero entonces recordó su reacción cuando le había tocado la prótesis por accidente...

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