lunes, 4 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 18

Paula puso un pie delante del otro y se obligó a seguir adelante, sin mirar atrás. La cara que había puesto cuando... «Bien hecho. Maldito idiota», se dijo a sí misma. Revelarle la razón por la que llevaba peluca había sido un golpe maestro. Le había dado una buena lección, pero... ¿En qué estaba pensando? A partir de ese momento, cada vez que Pedro Alfonso la viera, ya no podría pensar en otra cosa que no fuera su enfermedad. Trató de ahuyentar de su mente ese rostro de horror... Se dedicó a contar los pasos que daba, dobló la esquina y siguió calle abajo. De repente olvidó por qué número iba. Se detuvo y se frotó los ojos. Recordó las pestañas postizas, pero ya era demasiado tarde. Entrelazó las manos. «La cara que puso...», pensó. Horror. Eso era lo que había sentido. Lo mismo que Santiago... Era la mera idea de su aspecto lo que había horrorizado a Santiago. Eso le había ahuyentado, espantado... Se obligó a seguir andando, se tragó el nudo que tenía en la garganta y levantó la barbilla. Entró por la puerta de atrás. El olor a sándwiches y a queso la rodeó de inmediato. Se le hizo la boca agua... Ese aroma siempre la llevaba de vuelta a la infancia. Gloria levantó la vista del horno y se llevó una mano al pecho.


–Ya empezaba a preocuparme. No sabía adónde habías ido. Y es por eso por lo que... –hizo un gesto y señaló los sándwiches–. Este olor siempre te hacía aparecer –sonrió, pero su entusiasmo no logró ocultar el temor que sentía.


A Paula se le cayó el alma a los pies.


–Solo fui a dar una vuelta. No deberías preocuparte tanto por mí, tía Gloria. Estoy bien.


–Sí, cariño –dijo su tía casi de forma automática. Estaba claro que no confiaba mucho en la recuperación de su sobrina–. ¿Has hecho algo divertido?


Paula estuvo a punto de contestar con una negativa, pero entonces sintió curiosidad y se rindió a ella.


–He tenido un par de encontronazos con Pedro Alfonso.


–¿Con Pedro? –Gloria levantó las cejas–. Es un hombretón muy apuesto.


Paula recordaba muy bien aquellas conversaciones con su tía cuando era adolescente. Reprimió una sonrisa y resopló exageradamente.


–¿Hombretón? Oh, tía Gloria. Me has defraudado. ¡Está buenísimo!


–¿Como un tren? –Gloria abrió los ojos como platos.


–Mucho mejor –dijo Paula–. Pero me ha pedido que no meacerque a su hija.


–¿A Valentina?


Paula asintió con la cabeza.


–Se enfadó de verdad con lo del concurso de Miss Showgirl. ¿Qué me puedes contar de eso, tía?


–Pedro es muy suyo –Gloria sacudió la cabeza. Sacó los sándwiches y frunció el ceño–. Pero también es muy sociable. Además, tiene mucha experiencia con niños. Entrena al equipo de cricket sub-dieciséis en verano, y al equipo de fútbol sub-diez en invierno.


Le dió un plato a Paula y se sentó a la mesa. Ella se sentó enfrente, donde se había sentado Pedro un rato antes. Le arrancó un trozo al sándwich y se lo comió.


–¿Qué más?


–Se casó pronto, pero la cosa terminó mal y se separaron. La madre de Valentina murió poco después. Todo fue muy trágico. Hasta donde yo sé, Pedro no ha vuelto a tener nada serio.


Paula se puso roja bajo la atenta mirada de su tía.


–Eso no es asunto mío –tomó el sándwich y le dió un mordisco–. Es una historia muy triste.


–Bueno, ya hace bastante tiempo. Quizá unos doce años.


Comieron en silencio durante un rato.

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