lunes, 25 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 57

Él la tomó de la mano y la condujo hacia la pista de baile. Paula sintió que algo revoloteaba en su interior. Todo su cuerpo vibró de vitalidad cuando él la atrajo hacia sí. Le agarró los dedos con una mano y le puso la otra al final de la espalda. Su calor la marcaba por encima de la seda del vestido. Era tan maravilloso estar tan cerca de él... Podía ver el comienzo de una barba incipiente en su mandíbula, podía sentir el olor de su aftershave. Estaba muy cerca, pero muy lejos al mismo tiempo. Sabía lo que se perdía. Levantó la vista y se lo encontró observándola con unos ojos intensos, hambrientos. Sus labios le prometían el cielo, y sus brazos, fuertes y musculosos, la asían con vigor. «Tonterías, tonterías...», le gritó una voz interior. Él la había embelesado. «Haz algo. Rompe el hechizo...». Se aclaró la garganta.


–Las candidatas a Miss Showgirl han hecho que el pueblo se sienta orgulloso hoy.


Él la atravesó con una oscura mirada. No dijo nada. Un silencio pesado se cernió sobre ellos. Ella no era capaz de soportarlo... El calor, las promesas...


–¿Compraste el hospedaje?


–El jueves se entregaron los contratos. Los abogados tienen que hacer sus cosas, y después será mi turno.


–Enhorabuena. Eh... ¿Estás contento?


–Mucho. En cuanto ví la propiedad, me enamoré de ella. Ví la vida que siempre había imaginado y... Decidí que era un riesgo que había que correr.


La forma en la que pronunció la palabra «Riesgo» hizo que a Paula le diera un vuelco el corazón.


–Sé que te irá muy bien –trató de apartar la vista, pero él no la dejó.


–Pujaste por el fin de semana.


–Y gané –dijo ella en un tono de calma.


Los ojos de Pedro emitieron un destello triunfal.


–Cuando la tía Gloria dijo que el plan sonaba divino, supe que tenía que ganarlo para ella. Es la forma perfecta de darle las gracias por todo el apoyo que me ha prestado en los últimos meses. Cuida bien de ella, ¿Me oyes? Quiero que se sienta como una reina.


El shock que vió en los ojos de Pedro no la hizo sentir placer alguno.


–Además... Tuve que salvar a Fernanda de la decepción inevitable que le supondría enterarse de esa aversión que sientes hacia el incienso y las scooter.


No sentía satisfacción alguna con ese juego, pero al menos erauna forma de dar rienda suelta a la impotencia que sentía por lo que no podía ser.


–¿No vas a acompañar a tu tía?


–Me temo que no.


Él le apretó la mano.


–Pero tomarás el postre conmigo más tarde, ¿No? ¿Tomarás la tarta?


Recordó sus palabras de un rato antes. Sabía que Pedro las había oído. Debían de haberla oído en todo el salón.


–Si insistes... –le dijo, manteniendo la frente bien alta.


Él apretó la mandíbula.


–¿Preferirías que no lo hiciera?


–¡Maldita sea, Pedro! ¿Realmente creíste que podrías comprarme? 

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