viernes, 8 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 26

 –Fui un idiota. Seguía pensando que podía salvar nuestro matrimonio, que podíamos tener esa gran familia.


Ella cerró los ojos.


–Pero una mañana ví un titular en un periódico que decía que había muerto de una sobredosis –soltó una amarga risotada–. El reportero ni siquiera sabía que tenía un marido y una hija; la policía tampoco, hasta que yo contacté con ellos.


–Oh, Pedro, lo siento.


–Nunca debí hacerle promesas que no podía mantener. Si no lo hubiera hecho, a lo mejor hoy seguiría viva –él apretó los puños.


Paula puso su mano sobre la de él.


–Brenda era dueña de sus actos, Pedro. Nadie le puso una pistola en la cabeza. ¿Y realmente sabes si se arrepintió de tener a Valentina?


Él frunció los labios y sacudió la cabeza.


–Renegaba de Dungog... Lamentaba mucho que las cosas hubieran salido así entre nosotros. Pero... no. Creo que no se arrepentía de haber tenido a Valentina.


–Y, Pedro, las drogas... –le apretó la mano–. No tenían nada que ver contigo.


Él la miró a los ojos. Sus pupilas empezaron a despejarse poco a poco. Ella trató de retirar la mano, pero él le dió la vuelta a la suya y sus dedos se cerraron alrededor, atrapándola.


–Sabes escuchar, Paula Chaves.


Paula pensó que debía retirar la mano, cuanto antes. Pero no lo hizo. Se la apretó más.


–No deberías abandonar tu sueño de tener una gran familia.


Entonces la soltó.


–Que no se diga que no aprendo de mis errores.


–Y eso significa comenzar una relación con un poco más de madurez de la que tenías cuando empezaste la tuya. No quiere decir que tengas que renunciar a tus sueños –le dijo, pensando en esa casa rural, la gran familia...


Los ojos de Pedro se enturbiaron de nuevo.


–¿Cuántos años tienes? ¿Treinta y cuatro?


–Déjalo, Paula.


–Bueno, todavía tienes tiempo.


Él se echó hacia atrás y estiró las piernas, pero ella vió a través de esa coraza de aparente indiferencia.


–Ahora soy un soltero de oro. Un «Viva la vida».


–Estás hastiado.


La expresión de Pedro era una clara advertencia. Paula decidió recular, por el momento. El asunto de Miss Showgirl no terminaba ahí.


–Entonces odias el concurso de Miss Showgirl porque te recuerda a Brenda y a su obsesión por ser modelo...


Él no dijo nada. Se hizo un silencio un tanto incómodo... De repente, se acercó y la envolvió con su aroma. Paula podía ver un diminuto corte en su barbilla. Seguramente se lo habría hecho afeitándose esa mañana. Él le miró los labios de pronto. Ella contuvo el aliento y entreabrió los suyos una fracción de milímetro. Él levantó la vista hacia ella. Sus ojos parecían fieros, más oscuros que nunca...


–Voy a besarte, chica de ciudad.


Enroscó un dedo alrededor de uno de sus rizos.


–¿Por qué? –ella apoyó la palma de la mano contra su mejilla.


–Porque eres preciosa.


Paula no creía lo que veía en sus ojos, pero empezó a mover la mano tentativamente. Su piel era firme. Sentía cosquillas en los dedos de las ganas de tocarle más.


–Y porque me gustas.


Ella abrió los labios.


–Y porque no puedo sacarte de mi cabeza.


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