viernes, 8 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 29

Pedro levantó la vista para mirar el reloj de la cocina. La manecilla grande solo se había movido un par de milímetros desde la última vez que había comprobado la hora. Era jueves por la tarde, la segunda clase de Paula. Ya no tenía ganas de seguir fingiendo que revisaba las cuentas. Ya no quería seguir mintiéndose a sí mismo. Quería saber cómo le iba. Quería preguntárselo todo a Valentina y a Lola en cuanto entraran por la puerta. Pero acababan de dar las ocho. Todavía quedaba media hora más de clase, y era demasiado pronto para ir a recoger a las chicas. Empezó a tamborilear con los dedos sobre la mesa. Siempre podía invitarla a cenar, una cena familiar y... Masculló un juramento y se levantó. Empezó a caminar alrededor de la mesa. La cena llevaría a otras cosas. Se pasó una mano por el pelo. Paula y él... Nunca saldría bien. Volvió a mirar el reloj. Las ocho y cuarto. Valentina y Lola podían refunfuñar todo lo que quisieran... De pronto se oyó un portazo. Nick se giró de golpe. Las chicas avanzaban por el pasillo rumbo a la cocina.


–Dios, papá, no te vas a creer lo que ha pasado. ¡Qué asco! – exclamó Valentina en cuanto entró por la puerta.


–¡Horrible! –exclamó Lola.


Se sentaron frente a la mesa. Pedro miró esas caras desganadas y puso leche a hervir. Les hacía falta una buena taza de chocolate caliente. Se sentó junto a ellas.


–¿No ha ido bien la clase de hoy?


–¡Ha ido genial! –exclamó Valentina.


Se le iluminó el rostro.


–Paula nos habló de la importancia de mantener una buena postura –se puso erguida y Lola hizo lo mismo–. No deberías encorvarte así, papá. No es bueno para tu salud.


–Hemos practicado la postura, sentadas, de pie, y andando – añadió Lola–. Paula nos dijo lo importante que es cuando se tiene una entrevista de trabajo y cosas así. Nuestra postura lanza un mensaje a la gente.


–Me alegro. Bueno, y si la clase fue bien, ¿Por qué traen esas caras?


Lola y Valentina volvieron a dejar caer los hombros.


–Ha venido otra sustituta. 


–¿Quién? –preguntó Pedro, mirando a una y a otra–. ¿Quién ha sustituido a quién?


–¡A Paula! El comité la ha cambiado por Aldana Fowler.


Pedro se puso en pie.


–Pero... Gloria está en el comité. ¡No pueden reemplazar a Paula!


–Gloria lleva un taller de manualidades la residencia de ancianos los jueves. No estaba allí.


Pedro no daba crédito a lo que oía.


–Pero... ¿Por qué?


–Porque no es miembro del comité... Y porque parece que ha estado enferma y piensan que es demasiado para ella.


A Pedro se le cayó el alma a los pies. Se dejó caer en la silla. Lo único que ella quería era seguir con su vida, pero nadie la dejaba.


–Nos deseó lo mejor –añadió Valentina–. Nos dijo que éramos todas muy guapas y que lo haríamos muy bien en el concurso, que todos estarían orgullosos de nosotras.


Las dos empezaron a llorar. Pedro puso una cajita de pañuelos desechables sobre la mesa y les preparó un chocolate caliente.


–¿Se arreglarán bien si las dejo solas un rato?


–¡Papá! –Stevie puso los ojos en blanco–. Tenemos dieciséis años, ¿Sabes?


Él se lo tomó como un «Sí».


–Bueno, no se queden despiertas hasta muy tarde. Mañana tienen instituto –les dijo, yendo hacia la puerta.


Las dos chicas sonrieron y se despidieron.


«Maldito comité...», pensó Pedro. ¿Por qué no habían hablado antes con Gloria? 

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