lunes, 18 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 50

 –Podría ofrecer una revisión en el taller.


–Esa es una idea genial.


–Y Valentina se va a ofrecer como personal de refuerzo durante un mes en los negocios de la zona.


–Será una buena experiencia de trabajo para ella.


–No sabía muy bien qué más hacer –le dijo él.


Paula titubeó un momento.


–Desembucha –le dijo él.


–No estoy diciendo que deberías hacerlo, pero hay un montón de gente, personas mayores, a quienes les encantaría pujar... Y ganar... Pero no pueden permitirse las cosas más caras, como una revisión completa. Además... –le miró un instante. Él parecía prestarle toda su atención.


–¿Además?


Ella se aclaró la garganta.


–También estaría bien que Valentina y tú hicieran algo juntos.


–¿Algo como...?


–Algo como lavar coches, por ejemplo. O algo parecido –añadió rápidamente–. Estaba pensando en algo de mecánica... Coches... Cosas así.


Él se echó hacia atrás.


–Esa es una buena idea. Se la voy a comentar a Valen y a Lola también. Gracias.


De repente, Paula sintió vergüenza bajo el atento escrutinio de su mirada.


–Paula, si realmente quieres ayudar...


–¿Sí? –ella se inclinó hacia delante.


–Sería estupendo que le echaras una mano a Lola. Su madre lo está pasando muy mal en estos momentos, y no puede prestarle mucha ayuda. Va a hacer una tarta para la subasta y  va a ofrecerse como niñera. Yo le he dicho que con eso es suficiente, pero...


–Prácticamente es de la familia para ustedes, ¿Verdad?


–Valen y ella han sido amigas desde que estaban en el parvulario –Pedro se encogió de hombros–. Esta es la segunda casa de Lola.


Paula se le quedó mirando un momento y supo que había hecho bien no cenando con él. Pedro era un hombre de familia, y se merecía tener más niños, niños que ella no podía darle.


–Come, Paula –Pedro señaló la bolsa que contenía su empanada. Él tampoco había probado bocado de la suya–. Se va a enfriar. Además, ya casi se te han acabado los quince minutos... Pero puedes estar segura de que mantendré mi parte del trato.


–¿No tardas más de quince minutos en comer?


–Cuando se trata de una cita, sí. Pero las comidas de negocios improvisadas las termino rápido.


Paula no se comió la empanada. Tenía miedo de atragantarse.


–¿Vas a seguir enfadado conmigo por haber rechazado tu invitación a cenar?


Pedro agarró por fin su bolsa de papel y sacó la empanada. El aroma lo golpeó de inmediato. Se le encogió el estómago. Le dió un generoso mordisco, como si quisiera retrasar la conversación, para hacerla esperar.

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