viernes, 15 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 44

 –¿Y cuáles son tus sueños, Paula?


Ella abrió mucho los ojos y frunció el ceño.


–Ya sabes... He estado tan centrada en el tratamiento, en recuperarme, en aliviar la preocupación de Gloria... Llevo tiempo sin pensar en eso.


–¿Cuál era tu sueño? ¿Llevar a lo más alto tu firma de moda quizás?


Ella hizo una mueca.


–¿Sabes? Estoy pensando que a lo mejor no. Nunca he querido admitirlo, pero hace poco me quedó muy claro que los últimos años no me han hecho tan feliz como creía en un primer momento. Mucho trabajo y, sí, mucho éxito...


–¿Pero?


Ella se volvió hacia él y le miró con esos ojos azules casi transparentes. De repente, Pedro deseó perderse en ellos. Lo deseó más de lo que había deseado cualquier otra cosa en la vida.


–Llevo tiempo alejada del diseño. Me he metido más en la gerencia y en la promoción.


Él se sentó a su lado.


–Entonces, ¿El éxito te ha alejado de lo que más te gustaba detu trabajo?


–¡Exacto! –ella apoyó la barbilla en las manos–. Debería contratar a un gerente.


–¿Y volver al diseño?


–A lo mejor.


–Siempre puedes volver a Dungog y dar clases de porte para adolescentes –quería que las palabras sonaran graciosas y bromistas, pero no lo consiguió.


–A Gloria le encantaría que volviera a casa.


–Y yo tendría que empezar a llamarte pueblerina –le dijo él. Esa vez sí logró ponerle un tono bromista.


–Pero eso no suena igual que princesa.


–Supongo que no.


Ella cambió de postura. Metió una pierna por debajo de la otra y volvió a apoyarse contra la barandilla. Pedro supo que siempre sería una princesa para él. 


–Tendré que pensar un poco en el futuro. Pero se suponía que ahora estábamos hablando del tuyo, Pedro.


–¿Por qué?


–Porque de eso se trata –señaló la casa y la finca que la rodeaba–. ¿Por qué no persigues tus sueños?


–Este lo abandoné hace mucho.


Ella se encogió de hombros.


–Puedes recuperarlo si significa mucho para ti. Pero no estoy hablando solo del hospedaje. Hablo de hijos, tus hijos, todos esos niños que querías tener.


Pedro sintió un sabor amargo en la boca. Aunque ella se quedara en el pueblo, lo cierto era que los hijos no figuraban en su plan de vida.


–Fernanda está colada por tí. ¿Por qué no sales con ella?


–¡Maldita sea, Paula! Es vegetariana, quema incienso y conduce una scooter.


–Y le encantan los niños.


–Yo soy carnívoro, huelo a aceite de motor y me encantan los V8.


–Y también te gustan los niños.


Pedro no sabía qué decir. Paula le había besado... Y de repente quería prepararle una cita con otra mujer. ¿Cómo había sido tan idiota? Ese beso no había significado nada para ella. Que él estuviera interesado en tener algo más que una aventura no significaba que ella quisiera lo mismo. Se frotó la cara. ¿Qué le estaba pasando? En principio él tampoco estaba interesado en nada que no fuera una aventura. Ni siquiera estaba interesado en una aventura. 

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