lunes, 4 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 16

 –Valentina y yo vamos a demostrarte que te equivocas.


–No importa si me equivoco o no. Tengo que demostrarle a Valen que confío en ella lo suficiente como para apoyar las decisiones que tome aunque no me gusten. Arremetí contra tí como un toro enfadado, pero tú has tenido la amabilidad de dejarlo pasar, y has accedido a ayudar a Stevie. Estoy en deuda contigo, chica de ciudad.


Ella entornó los ojos.


–Te pagaré por el arreglo del coche, Pedro. No espero que me lo regales.


Pedro se rió. Era evidente que su gratitud la había hecho avergonzarse.


–Te voy a cobrar muy caro.


Paula no le devolvió la sonrisa.


–Por haber sido modelo, me has puesto el sambenito de chica frívola, superficial, incapaz de tener pensamientos profundos de ninguna clase, ¿Verdad?


–Yo... –Pedro se encogió de hombros. Eso era exactamente lo que había hecho. La había metido en el mismo saco que a Brenda.


–Paula, yo...


–¿Cuál sería tu reacción si te dijera que pasé un buen rato delante del espejo esta mañana, maquillándome?


–¿Qué es un buen rato para tí? ¿Más de media hora?


–Oh, sí.


–¿Y por qué es eso necesario?


–¿Y qué me dirías si te dijera que llevo pestañas postizas?


Pedro retrocedió un paso.


–No me lo creo –volvió a aproximarse a ella y la miró de cerca–. ¿Llevas peluca, Paula?


–Sí –le dijo ella, moviendo la cabeza. Esa gloriosa melena rubia se movió a su alrededor como un halo de luz–. Pero lo que yo quiero saber es por qué es tan importante.


–¿Y me lo preguntas a mí? Representas todo lo que odio del mundo de la moda. Quieres llenarle la cabeza a mi hija con un montón de expectativas inútiles. Al final sentirá que tiene que estar a la altura y...


–Deberías confiar más en tu hija. No tiene nada de malo que una mujer quiera tener buen aspecto.


–Excepto cuando eso se convierte en su único objetivo en la vida. ¡Y es evidente que eso es lo que te ha pasado a tí! Quítate esa peluca, Paula. Deja que mi hija te vea como realmente eres en lugar de llenarle la cabeza de fantasías y mentiras.


Durante una fracción de segundo, Pedro creyó ver un destello de dolor en esos ojos azules.


–Entonces crees que únicamente, se trata de vanidad, ¿No?


Él guardó silencio.


–¿Me estás dando un ultimátum? O me quito la peluca o no me dejas ver a Valentina, ¿No?


–Eso es.


–Aunque te esté haciendo un favor viniendo aquí...


–Llenarle la cabeza de tonterías a Valen no es hacerle un favor, ni a mí tampoco.


–¿Si no me quito la peluca le vas a prohibir que participe en el concurso?


Él movió los pies. No podía hacer eso. Significaba demasiado para su hija. Pero tampoco tenía que decírselo a Paula... Aún no. Los ojos de la joven relampaguearon con desprecio.


–Oh, por favor, Pedro. ¿Es que no eres capaz de sumar dos más dos?


Él abrió la boca y volvió a cerrarla. Había algo vulnerable en la expresión de su rostro, pero no sabía muy bien qué era. Un escalofrío le subió por la espalda. Ella apoyó todo el peso en una cadera. Su aparente indiferencia no tenía nada que ver con su mirada.


–Estoy igual que siempre, ¿No? –le dijo, repitiendo las palabras que le había dicho cuando la había encontrado con Valentina–. He estado enferma –repitió. Arqueó una ceja, como si le retara a atar todos los cabos, a encajar las piezas del puzle. 

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