miércoles, 6 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 21

Le entregó el cheque. Él lo metió en una caja fuerte y entonces le dió las llaves del coche. Ella las agarró. Sus dedos la rozaron sutilmente. Quería apartar la mano con brusquedad, pero no podía hacerlo. Eso hubiera sido demasiado revelador. Apretó los dientes y siguió asiendo con fuerza la mitad del llavero.


–Quería disculparme de nuevo por lo que ocurrió el domingo pasado. Por haberte juzgado como lo hice, y por todas las cosas que dije.


–Olvídalo. Yo ya lo he hecho.


Pedro seguía sin soltar las llaves. Tampoco dejaba de mirarla con insistencia.


–¿Sueltas las llaves?


Pedro no soportaba ver la cara de Paula en ese momento. Tenía una expresión hermética, seria... Quería hacerla sonreír. Quería recuperar todas esas bromas y comentarios irónicos... Quería besarla. El pensamiento le hizo dar un paso atrás.


–¿Me das las llaves, por favor?


Antes de que pudiera ponérselas en la mano, Valentina irrumpió en el despacho.


–Papá, Lola no tiene que hacer de canguro mañana. ¿Podemos ir...?


Se detuvo en seco cuando vió a Paula.


–Hola, Paula.


Los ojos de Paula se iluminaron. Le ofreció su mejor sonrisa a la chica.


–Hola, Valentina.


–¿Papá?


En ese momento, Pedro se dió cuenta de que estaba mirando a Paula de una forma muy poco discreta. Se volvió hacia su hija y suspiró con afectación.


–¿Quieres que te lleve a Chichester Dam mañana?


–¿Podemos? –preguntó Valentina, ilusionada.


–Claro. ¿Por qué no? Iremos de picnic.


Valentina sonrió y se volvió hacia Paula.


–Paula, ¿Por qué no vienes tú también?


Pedro se puso tenso.


–A lo mejor podrías traer algunos fulares y así me explicas lo que querías decir el otro día. Bueno, solo si tú quieres, claro. En esta época del año el parque está precioso y... –se detuvo y dió un golpecito con la punta del pie en el suelo. Estaba roja como un tomate–. Supongo que eso ya lo sabes, ¿No?


–Bueno, Valen, llevo mucho tiempo sin ir por allí.


–Entonces, ¿Vas a venir?


–Bueno, yo...


Miró a Pedro. La idea parecía hacerle tan poca gracia como a ella, pero por Valentina...


–Nos gustaría mucho que vinieras con nosotros –dijo él de repente. Le puso las llaves del coche en la mano.


–¿Puedo llevar a la tía Gloria conmigo? Llevaremos algo de comer para el picnic, claro.


–¿Gloria? Claro. ¿Por qué no? Hay sitio de sobra. Cuantos más seamos, mejor. Las recogeremos a las diez.


–Estupendo. Nos vemos entonces –Paula se despidió con un gesto y salió del despacho. 

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