lunes, 25 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 58

 –¡No era eso lo que intentaba hacer! –dijo él.


Paula hizo una mueca. Le estaba estrujando la mano. Él aflojó los dedos de inmediato y se disculpó. Ella guardó silencio. El corazón le palpitaba con tanta fuerza que casi la hacía tambalearse.


–Maldita sea, Paula, ¡Estabas flirteando con todos los hombres prácticamente!


–¡Sí, lo estaba haciendo! Estaba flirteando con todos, tratando a todo el mundo por igual. Y fue un flirteo ligero, divertido. ¡No me tiré a los pies del primero de turno! ¿Qué derecho tenías a ahuyentar a todo el mundo como has hecho esta noche? Quería que Gloria me viera flirteando, bailando, siendo la de antes.


–Pero no estás siendo la de antes, ¿Verdad?


–Estoy siendo la misma de siempre. Estoy dando los pasos que tengo que dar.


Él abrió la boca. Paula reparó en la forma de sus labios y apartó la vista.


–¿Y bien? –el color había huido del rostro de Pedro–. ¿No estabas lanzando ningún mensaje?


–¡No! Ya te dije cómo me sentía. Te dije que no estaba preparada para una relación. Lo siento, Pedro, pero no he cambiado de idea respecto a eso.


Por primera vez, sin embargo, se preguntó cuán sincera había sido esa afirmación. La vacilación la inquietaba sobremanera.


–Me parece que hemos llegado a un punto muerto –no era capaz de controlar el temblor de su voz–. Yo no quiero tener nada más que una amistad, pero tú no te conformas con eso. 


Pedro se puso pálido. Sus ojos se velaron.


–Gracias por el baile, Paula. Ha sido muy... Ilustrativo.


La canción había llegado a su fin. Paula abrió la boca y volvió a cerrarla. No quedaba nada más que decir. Pedro la acompañó de vuelta a la mesa, pero no se quedó a charlar. Unos minutos más tarde aparecieron dos platos de tarta, para Gloria y para ella.


–De parte del señor Alfonso –dijo el camarero.


Y justo cuando pensaba que el corazón ya no se le podía encoger más, vio salir a Nick a la pista de baile de nuevo; esa vez acompañado de Fernanda. Paula logró comerse dos bocados de la tarta antes de disculparse y dirigirse al aseo. Una vez entró en el lavabo, se encerró en un cubículo, bajó la tapa del váter y se sentó. Se tapó la cara con las manos y rompió a llorar. Era mejor así. Pedro se lo agradecería algún día. Él puso su mejor cara cuando Gloria le hizo señas para que se acercara, poco después de terminar su baile con Fernanda. Se colocó la corbata. Por suerte, Paula no estaba por ninguna parte. Lo único que deseaba era irse a casa. Todo lo que había asumido sobre ella era erróneo. Lo había malinterpretado todo y ya apenas podía mantener una expresión civilizada en el rostro. Tenía que irse pronto, antes de cometer una estupidez y avergonzar a su hija. En cuanto Gloria terminara con él, se iría a casa. Solo.


–No seas tonto –dijo Gloria, yendo al grano. Señaló el asientovacío de Paula.


Él se sentó a su lado. La miró un instante y dejó de fingir.


–Tranquila, Gloria. Paula ya me ha echado la charla –arqueó una ceja, con la esperanza de que el gesto escondiera el sentimiento de derrota que se había apoderado de él.


–Bueno, eres tonto si dejas que Paula te aparte de su lado. Pero ¿Que les pasa a la gente joven?


–Creo que Paula es lo bastante mayor como para saber lo que quiere.


–Te quiere a tí.


–¿Y cómo lo sabe? –le preguntó Pedro, inclinándose hacia ella.


–Conozco a mi Paula. La conozco tan bien como tú conoces a Valentina. 

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