lunes, 25 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 59

Él pensó en ello un momento y trató de no dejarse llevar por el miedo o por la esperanza.


–Tiene demasiado miedo como para confiar en su propio juicio. Quiero mucho a mi sobrina, Pedro. Y quiero verla feliz.


Él levantó la vista y se encontró a Paula justo delante, mirándole con cara de estupefacción. Se puso en pie y la tomó de la mano.


–Gloria, ¿Nos disculpa?


–Sí, claro.


Paula trató de soltarse.


–¡Espera! Pero...


Pedro no la dejó terminar. Tiró de ella en dirección a la salida.


–Tenemos que hablar. Y aunque yo prefiero hacerlo en privado, podemos hacerlo aquí delante de todo el mundo si lo prefieres.


–Ya nos hemos dicho todo lo que teníamos que decirnos – declaró ella, pero no volvió a forcejear.


Él le acarició la palma de la mano con el pulgar. La sintió estremecerse.


–No todo, chica de ciudad.


La condujo al exterior, fresco y oscuro. Se quitó la chaqueta y se la puso sobre los hombros.


–Todavía no te he dicho que te quiero. 



Paula trataba de cubrirse mejor del frío aire nocturno cuando sus palabras la golpearon. Se le quedó mirando, boquiabierta. ¿La amaba? A lo mejor el calor corporal y el delicioso aroma de la chaqueta le habían ralentizado el cerebro. No podía ser cierto. ¿Él la amaba?


–¿No vas a decir nada?


Por fin estaba reencauzando su vida, pero el rechazo de Pedro... Tragó en seco. Eso podía ser demasiado para ella. No podía arriesgarse.


–¿Paula?


Miró a su alrededor en busca de un banco o un sitio donde sentarse. Las rodillas ya no la sostendrían por mucho más tiempo. No había nada. No había rincón alguno donde resguardarse de la luz que salía del vestíbulo.


–¿Pedro?


–Oh, Pedro –se cubrió mejor con la chaqueta, apretándola contra su cuerpo.


–No me hagas esto, Paula –él la señaló con el dedo–. No me vayas a salir con eso de «Lo siento, pero...». Arriésgate a enfrentarte a lo que realmente quieres.


Lo que ella realmente quería estaba fuera de su alcance. Le agarró el dedo y le hizo bajar la mano.


–Deja de decirme lo que tengo que hacer o cómo tengo que sentirme –respiró hondo–. Escucha, Pedro, no soy la mujer adecuada para tí.


–¿Porque no puedes tener hijos?


–No te lo he dicho, pero me extrajeron óvulos antes de la mastectomía.


Él se la quedó mirando. Un destello de esperanza relampagueó en su mirada.


–¿Entonces...?


–Pero lo cierto es, Pedro, que no sé si estoy preparada para someterme a más tratamientos médicos, aunque sea para tener un bebé.


Él la miró durante unos segundos y frunció los labios.


–¿Por qué no me dijiste esto antes? 

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