miércoles, 20 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 53

 –Cálmate un poco, tía Gloria –Paula apartó las manos de su tía de la blusa que llevaba puesta–. Estás fabulosa.


Estaban en la cola, en el vestíbulo del ayuntamiento, listas para asistir a la cena de gala de Miss Showgirl. Gloria estaba radiante. Llevaba unos pantalones anchos de seda de color negro y una blusa de color azul cobalto con pedrería. Paula se había pasado toda la semana haciéndoselo. El jardín la mantenía ocupada durante el día y el traje la entretenía por las noches. Por las tardes ya no se maquillaba ni se ponía la peluca. Pasaba la tarde en pijama, como en los viejos tiempos. Hacía todo lo que podía para parecerse a la chica que había sido en otra época. A lo mejor esa indiferencia conseguía aliviar la preocupación de su tía. Soltó el aliento. Con un poco de suerte, su contribución a la subasta la mantendría ocupada durante la siguiente semana. Gloria se tocó la blusa.


–Es el traje más bonito que he tenido, Paula. No puedo dejar de tocarlo, de jugar con él. Voy a ser la envidia de la cooperativa, por no hablar de las mujeres del comité.


De repente, Paula se dió cuenta de que llevaba años sin hacerle un traje a su tía. En otra época...


–Tengo que decir que me alegró mucho verte en la máquina de coser esta semana.


–Y a mí también –admitió Paula–. En los últimos años, he estado tan ocupada con el trabajo, que apenas he pasado tiempo diseñando y confeccionando la ropa. Más bien me he dedicado a la gerencia y al marketing.


Gloria levantó la vista. Sus ojos la escudriñaban.


–Pensaba que eso te gustaba.


–Sí.


–¿Pero?


–Pero no me gusta tanto como hacer ropa preciosa.


–Claro que no. Ese es el precio del éxito, cariño.


Llegaron al comienzo de la cola y entregaron sus entradas.


–Entonces, ¿No crees que me he puesto un poco caprichosa? – le preguntó Paula mientras caminaban hacia el gran salón. 


–¿Por reconocer qué es lo que más te gusta? No, claro que no. Después de todo lo que has pasado, no me sorprende que te plantees unas cuantas cosas.


Paula se detuvo e hizo parar a su tía.


–Entonces, ¿Sabes que eso es lo que he estado haciendo?


–Claro.


–¿Y sabes a qué conclusión he llegado?


–Creo que todavía no has llegado a ninguna.


–Pero... –Paula se humedeció los labios–. Pero si decido volver a casa, ¿Te importaría?


–Me encantaría.


–¿No te causaría mucho lío?


–Pero si yo estoy deseando tener un poco de lío, cariño.


De repente las dos se echaron a reír. Paula agarró dos copas de champán de la bandeja de un camarero que pasaba por allí y le dió una a su tía.


–Todos los hombres te miran –dijo Gloria mientras bebía un sorbo de champán.


La observación no hizo encogerse de vergüenza a Paula, tal y como hubiera ocurrido tres semanas antes. Volver a casa le había hecho mucho bien. Y también a Gloria. De repente, vió a Pedro y le dió un vuelco el corazón. Las burbujas de champán se le metieron en el torrente sanguíneo. Necesitó un momento para recuperar el aliento. 

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