viernes, 8 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 30

De repente se le ocurrió algo. A lo mejor sí que lo habían hecho... Quizá Gloria también pensara que era demasiado para su sobrina. Quizá tuvieran razón... Recordó a la mujer con la que había salido de picnic el sábado anterior. Había cierta vulnerabilidad en ella, cierta fragilidad... Pero le había besado con tanta pasión... Llamó a la puerta de atrás. Contó hasta diez y volvió a llamar, esa vez más fuerte.


–¿Pedro?


Pedro giró sobre sí mismo y se la encontró justo detrás.


–Valentina y Lola me dijeron lo que ha pasado. Solo quería asegurarme de que estabas bien.


Paula no quería que el corazón le diera un vuelco con solo verle, pero no podía evitarlo. Parecía tener vida propia. Aunque no quisiera admitirlo, se había pasado la última semana pensando en cómo averiar el coche de nuevo para llevarlo al taller, y así tener otra excusa para verle.


«Patético...», se dijo.


–¿Dónde estabas?


–Fui a dar un paseo.


Estaba demasiado exaltada como para volver directamente a casa. Pasó junto a él, teniendo cuidado de no tocarle. No necesitaba esa descarga extra de energía.


–Te agradezco que hayas venido a verme, Pedro.


Había dejado la luz de la cocina encendida. Nada más entrar, se volvió hacia él. La luz incidía sobre las puntas, algo más claras, de su denso pelo y oscuro, produciendo un extraño efecto alrededor de su cabeza, como un halo.


–¿Te apetece un té? ¿Un café?


–¿Un chocolate?


Paula agarró el paquete de cacao.


–Muy bien –puso leche a calentar.


Abrió un paquete de nubes y se comió una. Las puso sobre la mesa y le hizo señas a Pedro para que tomara una. Ninguno de los dos decía nada, pero el silencio no se hacía pesado. En realidad, era bastante agradable. Ella le agradecía la compañía. Hacer de anfitriona la ayudaba a aplacar la furia de sus pensamientos. Puso media docena de galletas cubiertas de chocolate sobre un plato, echó la leche caliente en las tazas y fue hacia la mesa. Echó dos nubes en su taza. Él hizo lo mismo.


–¿Recuerdas haber hecho esto de pequeño? –le dió un mordisco a una galleta y luego le dió la vuelta y arrancó el extremo opuesto. Metió la galleta en la taza de chocolate como si fuera una pajita y empezó a chupar. El chocolate caliente derritió la galleta y ambos se mezclaron en su boca. Gimió de felicidad. Llevo mil años sin hacer esto.


Pedro sonrió. Agarró una galleta y la mordió directamente.


–Las mejores galletas del mundo.


Ella asintió. Se terminó la suya rápidamente y se lamió los dedos. Después tomó otra nube y se la comió también.


–¿Sabes? Siempre que veo a Valentina comiéndose todo eso, pienso que ha tenido un mal día en el colegio.


–Yo no he tenido un mal día en el colegio ni me siento mal.


Él sonrió y ambos se tomaron el chocolate en silencio durante un rato. 

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