viernes, 1 de abril de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 14

 –¿Y cuándo tendrás a bien dejar de castigarme?


–Oh, todavía no he empezado a castigarle, señor...


–¡Pepe! –apretó el puño sobre la mesa–. ¿Ayudarás a Valentina?... ¿Por favor?


–Ayudaré a Valen con una condición, Pedro. Tendrás que darle todo tu apoyo.


–Claro que lo haré. Estoy aquí, ¿No?


La sonrisa de Paula se hizo enorme. Siguió hablando como si no le hubiera oído.


–Tendrás que encargarte de la recaudación de fondos. Te ocuparás de coordinar y organizar toda la recaudación de donativos.


Pedro se quedó perplejo.


–No esperarás que...


–Oh, no, Pedro. Espero mucho más –ella le miró con cara de pena.


–¿Más? –Pedro sintió una bola en el estómago.


–De momento será suficiente con que te ocupes de la recaudación.


Pedro ni siquiera sabía por dónde empezar.


–Hablabas en serio, ¿Verdad? Cuando me dijiste que querías arreglar las cosas con Valen...


–Sí, pero...


–Es muy fácil hablar.


Pedro se dió cuenta de que ella tenía razón. Podía decir que confiaba en ella una y otra vez, pero la única manera de demostrárselo de verdad era apoyarla de una forma tangible.


–Parece que hay trato, chica de ciudad –le dijo, y le tendió la mano.


Ella pareció titubear un momento antes de estrechársela. Podía mostrarle toda la altivez que quisiera, pero él sabía que la había impresionado. Por alguna razón, ese pensamiento casi le hizo sonreír. Le sostuvo la mano durante unos segundos más de lo habitual. Cuando por fin la soltó, vió que ella se había ruborizado... El juego no había hecho más que empezar.  En cuanto Pedro vió adónde se dirigían sus pensamientos, los cortó de raíz. No iba a involucrarse con una mujer como Paula Chaves. Se había disculpado y le había pedido que ayudara a Valentina. Ya no había nada más que hacer, y sin embargo, aún no quería marcharse. La taza de Paula cayó de golpe contra el platito. Parecía que estaba nerviosa... Porque él la estaba mirando sin ninguna discreción. Se obligó a bajar la vista y se terminó el té que le quedaba en la taza. Gloria solía darle el té en una taza grande, pero Paula era una chica de ciudad, más sofisticada. Era elegante y delicada. ¿Le ofrecería otra taza?


–Entonces, Valen sí que te ha cantado las cuarenta, ¿No?


–Lloró. Y ella nunca llora.


Se atrevió a mirarla. Sus exquisitos labios se hallaban fruncidos, y sus ojos estaban llenos de simpatía. Memorizó cada curva de esos labios antes de levantar la vista. Sus miradas se encontraron. Paula se puso en pie de golpe, como si quisiera salir corriendo. Él se echó hacia atrás en la silla y parpadeó.


–Bueno, ¿A qué esperamos?


Él se puso en pie al oír ese tono tan autoritario.


–¿A qué esperamos? –se atrevió a repetir.


–¿No quieres arreglar las cosas con Valentina lo antes posible? –le preguntó ella.


–Valen no va a querer hablar conmigo por lo menos hasta la hora de cenar. 

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