miércoles, 22 de septiembre de 2021

La Heredera: Capítulo 7

Las dos hermanas se quedaron mudas, mirándola fijamente.


—¿Por qué razón parece tan sorprendida siempre que dice algo así?


—Somos su banco de pruebas —rió Ivana—. Se comporta exactamente igual conmigo.


Ivana levantó la ceja. Era un gesto heredado de su padre, igual que su altura y su nariz romana, rasgos poco femeninos que Paula había aprendido a utilizar en su favor.


—Cuando mamá me ha visto esta noche me ha preguntado si no temía resfriarme con este vestido —apuntó Paula entre risas.


Giró sobre sí misma con gracia. Pedro Alfonso estaba entretenido en la otra punta del salón. Y no precisamente por ella, a pesar de su nueva imagen. No era un buen augurio para los planes de Lynda.


—¿Y vas a resfriarte?


—¿Aquí? Querida —y paseó la mirada con malicia—, aparte de la calefacción y la chimenea, ¿no notas el calor que desprenden todas esas miradas?


—Desde luego.


Paula no prestaba mucha atención al discurso de su hermana. Pedro Alfonso miraba hacia ellas y no atendía a su interlocutor. Estaba midiendo la distancia que los separaba y Annis pensó que no tardaría en acercarse. Esa idea aceleró levemente su pulso. Conocía esa sensación. Intentaba dominarse frente a un hombre que podría ver a través de su cuerpo, igual que los demás. Pensó que eso no sería un problema, pero no le resultaba agradable pasar desapercibida siempre que estaba con Ivana. Hizo un esfuerzo y retomó el hilo del discurso de su hermanastra.


—Buscaré a alguien que me dé calor —dijo Ivana, y, cruzó los dedos.


—Buena suerte.


No la necesitaba. Ivana saltaba de una relación a otra con absoluta despreocupación, sin compromisos ni ataduras. Paula admiraba su facilidad para manejar a los hombres. A ella le había costado mucho tiempo entablar una relación y más aún terminarla. Ivana se mostraba siempre apasionada; tan pronto como la pasión desaparecía, daba por zanjado el asunto con exquisitas formas. Nunca había reproches ni enfados y el ego masculino nunca quedaba dañado.


—Eso espero —titubeó Ivana—. Ese chico me pone nerviosa. 


—Eso no es normal en tí.


—Sí, ya lo sé. Pero la vida está llena de nuevas experiencias —Ivana se encogió de hombros—. ¿Y quién es el príncipe azul de esta noche?


—¿Crees que estaría aquí sola, sin protección, si hubiera algún candidato esta noche?


Contra su voluntad, Paula miró en dirección a Pedro Alfonso. Sin ningún recato, estaba repasando con la mirada a Ivana, igual que si fuera un coche nuevo o un juguete exclusivo. Paula sintió ganas de golpearlo.


—Ya sabes que si tuvieras un hombre —señaló Ivana— mamá te dejaría en paz.


Paula levantó la mano, pero Ivana rectificó a tiempo.


—Está bien. Ya sé que tienes mucho trabajo y que no te queda tiempo para nada más. A mí no tienes que convencerme. Pero, ¿Quién es el candidato de esta noche?


—No estoy segura —dudó Paula—. Supongo que mi compañero demesa durante la cena.


Paula no sabía por qué había mentido a su hermana, pero no quería que ella lo supiera. Y menos cuando Alfonso estaba mirándola con tanto descaro.


—¿Quieres que lo distraiga? —preguntó Ivana, de pronto.


—Creo que puedo ocuparme de todo, gracias.


—Desde luego, no te falta práctica.


Paula recibió el golpe sin pestañear. Ivana no era consciente de lo doloroso que resultaba para ella todo aquello. El anuncio de que la cena estaba servida la salvó de una situación comprometida.


—Es la hora —suspiró Ivana—. Sea quien sea, ten un poco de piedad. 

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