miércoles, 15 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 62

Antes de que Paula se diera cuenta, estaban en el avión de vuelta a casa. Una vez allí puso alguna excusa para marcharse a casa. A la mañana siguiente se puso un jersey de angora y unos pantalones beige con un abrigo a juego para ver a Pedro y a sus sobrinos en el espectacular zoo de Melbourne. Ellos ya la estaban esperando y se dió cuenta de que Bruno tenía razón: Pedro llevaba una chaqueta de cuero encima del jersey negro y estaba más atractivo que nunca. A ella casi le costó apartar los ojos de él cuando le presentó a sus tres hiperactivos acompañantes. Los niños tenían la energía arrolladora de Pedro y enseguida dieron la vuelta completa al zoo. Ella agradeció el momento de sentarse a comer algo, pues si había pensado que dieciocho hoyos de golf eran cansados, aquello no era nada comparado con recorrer el zoo con tres niños. Le encantaba ver a Pedro con los niños. Se dió cuenta de que sería un padre perfecto y le pareció injusto que no tuviera hijos. Casi se sentía parte del problema. Era como si una conspiración estuviese apartando a aquel hombre de su destino. Ella no le tomó en serio cuando acudió a ella, pero sabiendo lo traumáticos que eran los divorcios, no podía culparlo si utilizaba el humor como mecanismo de defensa. Ella había conseguido ver al hombre debajo de su imagen, pero si lo amaba de verdad, tenía que hacer lo que fuera necesario para conseguir su felicidad.


—Pedro —dijo ella—. Acabo de tener una ocurrencia.


—¿Ocur... qué? —preguntó Danielito mirando a Pedro que intentaba acabar con todas las patatas fritas.


—Una idea genial —explicó Lucas.


Pedro le guiñó un ojo antes de limpiar una mancha de tomate de la barbilla de Danielito.


—¿En qué consiste esa gran idea? —dijo, poniendo a Catalina sobre sus rodillas y ayudándola a beber su zumo.


—Voy a celebrar una fiesta para tí.


—¿Una fiesta? ¡Genial! —dijo Danielito, saltando sobre el banco.


—Una fiesta para mí —dijo Pedro con el ceño fruncido.


—Sí. Será como Cenicienta, pero desde el punto de vista del príncipe.


—¿El príncipe, eh? —dijo Pedro sacando pecho—. Eso me gusta.


Catalina rió con la boca llena de zumo.


—Sabía que te gustaría.


—Creía que encontrar a la mujer no era parte de tu trabajo.


Paula creyó notar un tono de inseguridad en su voz.


—Y no lo es, pero parece el momento de cambiar las normas, puesto que por ahora no estamos consiguiendo mucho que se diga.


—¿Y va a ser como una exposición de ganado? ¿Elijo a la que más me guste?


—¿Alguna vez te tomas algo en serio?... El matrimonio, el dinero...


—¿A tí?


—¡A mí!


—Paula, Paula... Puedo decirte que te tomo muy en serio. Está bien, tú ganas. Seré el príncipe y podrás presentarme a un montón de jóvenes perfectas y acabaremos con todo esto.


Pero Paula no se sentía feliz de haber conseguido lo que quería.


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