lunes, 13 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 57

Su corazón palpitaba como nunca, pero supo que tendría que frenarse e imponer algunos limites.


—En verano tú ya estarás casado y yo... —ella se detuvo, atrapada de nuevo en su propia red.


—¿Y tú? —preguntó Pedro, tan cerca de ella.


¿Cuál sería su situación en verano? Eso sería algo que ella decidiría al final de la semana y no iba a pensar en ello bajo la luz de la luna y a escasos centímetros de aquel hombre.


—Humm.


Pedro le soltó el brazo y ella entró en la casa. Lo primero que notó fue la sensación de familia. La casa de dos pisos era espaciosa aunque acogedora. Casi oía los pasos de los niños sobre el suelo de madera, en la enorme chimenea, resonando el los altos techos con vigas de madera.


—¿Qué te parece? —preguntó Pedro con las manos en los bolsillos.


La casa era sólida y agradable, y era el hogar perfecto.


—Es preciosa, Pedro. Me alegro de que pudieras conseguirla.


Le enseñó su habitación, al otro lado del pasillo y después la habitación principal, donde ella suponía que dormiría él. Estaba decorada de una forma muy sencilla, sin fantasmas de otras mujeres. Después de dejar su bolsa volvió al salón. Pedro había encendido la chimenea, pero no podía verlo, así que se sentó en el sillón más cercano al fuego. Paula vió un viejo álbum de fotos sobre una mesita auxiliar y empezó a echar un vistazo a los recuerdos de los Gibson y todos los niños a los que habían abierto las puertas de su hogar. En algunas fotos estaba Pedro, sonriendo siempre. Oyó pasos tras ella y vió que Pedro llevaba dos copas de vino en las manos.


—Oh, no. No podría.


Pero tomó la copa de las manos que se la ofrecían, teniendo cuidado de no rozar sus dedos.El escenario era tan acogedor, tan íntimo, que Paula sentía que podría hablar de cualquier cosa.


—Pedro, hay algo que me ronda la cabeza desde hace tiempo.


—¿Qué es? —dijo él, sentándose a su lado.


—¿Qué pasará si no puedes tener hijos?


—Sí que puedo.


Ella esperaba que se lo pensara un momento.


—Ya sé que eres muy capaz de hacer todo lo que te propongas, pero hay cosas que a veces escapan de nuestro control.


—Verónica, mi primera prometida, estaba embarazada.


Paula se sintió tan sorprendida como si le hubiese tirado el vino a la cara.


—Pedro... —susurró—. ¿Qué pasó?


Ella se acomodó en el sillón, sentándose sobre una pierna. Quería información y la iba a tener, y en aquel momento quería saber lo que pasó la peor noche de su vida.


—Estábamos teniendo una mala época. No habíamos cancelado el compromiso, pero yo saltaba de un continente a otro jugando torneos. Acababa de llegar a casa cuando recibí una llamada del hospital. Era tarde y yo sufría jet-lag. Ni siquiera sabía que estaba embarazada. Me metí en el coche y pisé el acelerador. Justo al llegar a la esquina del hospital, el coche resbaló en una mancha de aceite, perdí el control y me estrellé contra un poste.

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