lunes, 6 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 42

 —Basta decir que cuando se le mete algo entre ceja y ceja, es terrible —dijo Miguel sacudiendo la cabeza—. No sé de dónde ha sacado eso. Es una chica muy independiente desde pequeña. Con dieciséis años se hizo un tatuaje aunque se lo prohibimos expresamente, pero no nos hizo caso. Eso fue sólo el principio.


¿Un tatuaje? Bien, bien, pero... «¿Qué se habría tatuado? Y lo que era más importante ¿Dónde?»


Miguel miró a Pedro y éste se dió cuenta de que detrás de aquellos ojos dulces y amables había una mente ágil.


—Supongo que habrás notado que a veces es un poco obstinada.


Pedro sonrió.


—A veces.


—Por suerte su madre y yo somos persistentes y hemos logrado mantenerla en el buen camino cuando amenazaba con torcerse.


Pedro asintió, escuchando con agrado toda aquella información acerca de la compleja personalidad de Paula.


—¿Y tú, Pedro? ¿Eres persistente?


—Oh, depende. Puedo serlo cuando es necesario, pero creo que soy un hombre que sabe cuándo ha perdido la partida.


Miguel sonrió.


—Lo que le pasa a Paula es que nunca admite la derrota.




—¡Es guapísimo! —exclamó Alejandra mientras Paula la ayudaba con los platos de la cena.


—Sí, es verdad —admitió Paula. 


Negar lo evidente hubiera disparado la suspicacia de su  madre.


—¿Y está soltero?


—Por ahora, sí.


Paula vió cómo los ojos de su madre se abrían como platos.


—¿Quieres decir que no seguirá así mucho tiempo?


Paula se preguntó de nuevo el motivo de que pasase tan rápido de una mujer a otra. Era cierto que le sería fácil encontrar mujeres dispuestas a estar con él, pero aquello no le parecía motivo suficiente para pasar de un compromiso a otro en tan poco tiempo.


—Un cliente soltero y atractivo que no te ha quitado los ojos de encima en toda la noche... —siguió Alejandra.


—Madre...


—¡Sólo digo que es guapo, que está libre y que le gustas! Es un buen partido.


—Créeme, es mejor mantenerse alejada de hombres como él.


—De acuerdo, de acuerdo. Está claro que tú lo conoces mejor que yo.


—Así es.


—Pero si yo fuera más joven y tu padre estuviera en uno de sus viajes de trabajo...


—Chicas, ¿Necesitan ayuda? —preguntó Pedro apoyándose en el dintel de la puerta. 


Paula se giró rápidamente y Pedro pudo ver que estaba pálida excepto por dos manchas rojas en las mejillas. Hubiera deseado llegar unos segundos antes y presenciar la conversación que le había provocado aquella reacción.


—Creía que eras alérgico a fregar los platos —se excusó ella, con tanta vehemencia que Pedro pudo adivinar cuál había sido el tema de conversación.


—Pero no a secarlos —explicó él, tomando un trapo limpio y apartando a Alejandra, que tomó asiento, agradecida, sobre la mesa de la cocina.


—Qué encantador. Paula siempre ha traído a chicos encantadores a casa.


Miguel entró en aquel momento en la cocina y se sentó al lado de su mujer.


—¡Por favor, no! —exclamó Paula enterrando la cara en las manos enguantadas—. Seguro que Pedro no quiere oír historias mías.


—¡Claro que quiero! —protestó Pedro.

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