miércoles, 1 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 39

 —Bonito coche —admiró Pedro al llegar al nuevo jaguar azul oscuro de Paula—. Parece que he elegido a la chica perfecta... para ocuparse de mis intereses —si hubiera parpadeado se habría perdido la mirada insegura que ella le dedicó—. ¿Dónde va a llevarme, señorita Chaves? A algún sitio especial, supongo.


—Te garantizo que nunca has estado allí.


—Excelente —dijo él, frotándose las manos—. Me encanta descubrir cosas nuevas.


—Teniendo en cuenta el modo en que huyes de tus compromisos matrimoniales, no me extraña nada —aquel recordatorio era más para ella que para él—. Manten la mente abierta y tal vez aprendas algo.


Pedro miró a Paula con disimulo mientras ella se sentaba al volante, se ponía el cinturón de seguridad, colocaba el espejo y la orientación de las rejillas del aire acondicionado, metódica, antes de arrancar el coche.


—¿No te importa que conduzca? —preguntó ella, con una sonrisa incómoda iluminando su precioso rostro.


—Desde luego que no. Así estoy totalmente a tu merced.


La sonrisa tembló un poco antes de que ella se girase para mirar a la carretera. Ciertamente, estaba tan tensa como él.


—Temo decirte que, puesto que tú eres el cliente, soy yo quien está a merced de tu monedero. Tú puedes acabar con esto cuando quieras.


Otra vez la mirada insegura. Pedro empezó a sentir un nudo de nervios en el estómago. Si ella realmente quería que él acabara con todo, no iba a conseguirlo. Lo único que le mantenía cuerdo y sereno era ella. Habría deseado que Paula le hubiera tratado como a Bruno o a Karen, tal vez eso hubiera sido suficiente. Si le considerase dentro de su pequeño círculo de amigos, tal vez consiguiera librarse del dolor que sentía en el pecho cuando otro hombre la llamaba «Cariño» Pero sabía que no sería suficiente. Días antes sólo había querido de ella su compañía, su vitalidad y su optimismo, pero entonces aquellas cualidades etéreas no eran suficientes. La quería a ella. Le daba igual que Antonio fuese su prometido; no era su marido y hasta que no lo fuera no podía considerarse que estaba jugando sucio.


—No quiero acabar con esto. Llévame donde desees y yo te seguiré.



Y Paula lo llevó a conocer la perfecta vida de casados: Lo llevó a cenar con sus padres.




Una bola de pelo dorado maníaca salió a su encuentro en cuanto llegaron a la puerta.


—¡Bobby! —llamó Paula, y el perro saltó directamente a sus brazos. Ella se arrodilló y le acarició la tripa peluda con energía.


Pedro se arrodilló a su lado y acarició al perro detrás de las orejas caídas.


—¿Qué demonios es esto?


—Algo parecido a un labrador, creemos.


—¿Cómo que creen? ¿No se lo han preguntado a él?


—No hablo perruno.


La miró con cara de sorpresa y dijo:


—¿Hay algo que Paula Chaves no pueda hacer? Estoy anonadado.


Ella le sonrió.


—Le devolvieron después de navidades. Una señora compró a sus niños un cachorro, pero la diversión se acabó en cuanto hubo que preocuparse por darle de comer y limpiarlo, así que decidimos adoptarlo.


—Te refieres a tus padres.


—Yo vivo en un piso y ellos tienen un jardín enorme. Me lo llevo de vacaciones una vez al mes o así.


—¿De vacaciones?


—Claro. Un día a la playa, un fin de semana a casa de mi tía en Wallan. Correr detrás de los canguros es su pasatiempo preferido, ¿Verdad, Bobby?

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