miércoles, 8 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 48

A la mañana siguiente, Paula estaba lista a las cinco y cuarto. Cuando Pedro llamó a la puerta, ella estaba sentada sobre su bolsa de viaje comiéndose las uñas. Abrió la puerta de un golpe y arrastró la bolsa fuera antes de pensárselo dos veces. Su plan era no detenerse un instante. No detenerse a pensar ni a analizar nada. Tan sólo seguir adelante y hacer contactos laborales. Si él era la llave para entrar a formar parte del club de los socios, perfecto.


—¿Tenemos mucha prisa? —preguntó Pedro.


Él la esperaba en la puerta, fresco y dolorosamente guapo. El pelo peinado hacia atrás con los dedos, camiseta negra que se ajustaba a su pecho musculoso y vaqueros desgastados que le sentaban como un guante y se ajustaban a sus bien definidas curvas. «¡Es lujuria, no amor!» pensó ella en otro patético intento de convencerse a sí misma. ¿En qué había estado pensando? Aquel hombre era un permanente playboy que estaría acostumbrado a besar a una chica cada noche, y ella había estado a punto de sucumbir ante él, ante su potencial. La miraba de un modo que hizo que Paula se preguntara si se había vestido a medias o si se había puesto un zapato de cada color. No era raro que las mujeres se lanzaran a sus pies, pues la tentación era demasiado grande. Aquella era la excusa perfecta para justificarse por el beso de la noche anterior. A todas las mujeres se les debía permitir algo así al menos una vez en su vida. Pero con una vez bastaba...  Las mujeres necesitan dormir, y más encuentros como aquél la convertirían en... ¡Insomne!


—He pensado que tal vez encuentre a alguien allí —dijo él con voz suave.


—Lo único que vas a encontrar son palos y pelotas de golf— dijo ella, sin pensarlo, apretando una y otra vez el botón del ascensor.


¿Qué había sido eso? Paula se tapó la boca con una mano y Pedro empezó a esbozar una sonrisa de triunfo.


—Vamos a dejarlo.


Pedro se acercó más a ella y Paula deseó que el ascensor acelerase el ritmo, cosa que no ocurrió.


—¿En qué estás pensando?


—En nada. Sólo me estoy preparando psicológicamente para machacarte y bajarte los pantalones.


¿Qué? Cerró los ojos y sacudió la cabeza de un lado a otro, como si así pudiera borrar sus palabras.


—Da igual lo bien que juegues, me parece que no estás preparada para eso aún —dijo él—. Me refiero a que ayer nos interrumpieron en medio de la clase, pero si quieres que volvamos a tu casa y sigamos...


El ascensor anunció su llegada con una campanita y Paula suspiró de alivió. Empujó la puerta metálica y los dos entraron.


—¿Crees que esta lata oxidada conseguirá llevarnos sanos y salvos hasta abajo? —preguntó Pedro al oír los chasquidos y crujidos del ascensor al ponerse en marcha.


—No está oxidado. Es antiguo, sólido y fiable.


—Ya veo. La fiabilidad está en tu lista de los no negociables. Para un edificio, me refiero.


Paula se puso rígida. Sabía a qué se refería.


—Claro. La fiabilidad es muy importante. Un buen edificio debe ser estable, cómodo, sin problemas.


—¿Y qué tal te ha tratado este departamento hasta ahora?

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