lunes, 27 de septiembre de 2021

La Heredera: Capítulo 16

El platillo estaba lleno de café, pero Pedro no había derramado ni una gota al posar la taza sobre la estantería, por encima de su cabeza. Él le tendió un pañuelo.


—¿Qué es esto?


Tuvo que mirar hacia arriba. Estaba sentada en una silla muy baja y Pedro era muy alto. Sintió una punzada de dolor en el cuello y en su orgullo a partes iguales.


—Quizá quieras limpiarte la chaqueta —sonrió Alfonso—. O puedo hacerlo yo.


Paula le arrebató el pañuelo y frotó la mancha oscura en la solapa de su chaqueta.


—Gracias —dijo con un tono glacial.


—Ha sido un placer.


Paula emitió un sonoro gruñido, pero no dijo nada. Un hombre alto se volvió asombrado al oírlo.


—Lo lamento, Paula. ¿Preferías un chocolate?


Era Sergio Larsen, el marido de Ludmila. Parecía atónito. Seguramente, era la primera vez que escuchaba gruñir a una mujer.


—No —replicó Paula.


Sergio parpadeó. Pedro tomó la caja dorada de trufas y la pasó al resto de invitados. 


—No se preocupe. Solo intenta dejar las cosas claras —aseguró.


Paula estaba lívida. Ese comentario revelaba una insoportable carga de intimidad. Parecía que Pedro Alfonso estuviera en disposición de explicar a terceros cuáles eran sus sentimientos.


—Al menos, eso es lo que me ha dicho —añadió comprensivo.


Todo iba de mal en peor. «Puede leer mis pensamientos», pensó Paula. Guardaba silencio y se sentía profundamente conmocionada. Sergio no notó nada extraño. Sonrió y le tendió la mano.


—¿Alfonso, verdad? Soy Larsen. Leí su artículo acerca de los edificios inteligentes. Un trabajo excelente.


De pronto, Paula comprendió qué hacía Alfonso para su padre.


—¿Es usted ingeniero? —preguntó.


—Soy arquitecto.


—Es el arquitecto que ha diseñado el palacio imperial junto al río — explicó Larsen—. ¿No lo sabías?


—Lo siento —dijo Paula sin sentirlo—. No estoy al tanto de todo. Tengo un negocio propio y me ocupa la mayor parte del tiempo.


Sergio era banquero y lo sabía. No tardó en cantar las alabanzas de Paula, deshaciéndose en elogios hacia ella hasta que la anfitriona llamó su atención. Suspiró aliviada y sopesó la idea de tomar otra taza de café. Pero desistió. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario