miércoles, 15 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 63

Aquella noche Pedro acudió a la fiesta de inauguración de la nueva casa de Macarena. Ella lo recibió con un beso en cada mejilla.


—No estaba segura de si vendrías. Habría entendido que no lo hicieras —dijo, con cara de culpabilidad.


—Pues aquí estoy, feliz de verte tan bien, para ver lo que has hecho con mi dinero.


—Eres un buen hombre. Demasiado bueno para mí —dijo ella, tomándolo de un brazo.


Macarena lo condujo a un salón enorme lleno de gente a la que apenas conocía o no conocía en absoluto. Aquello era la evidencia de que Macarena y él llevaban vidas muy distintas. Ambos se habían equivocado al creer que podían querer lo mismo en la vida, por eso no se tenían ningún rencor.


—¿Qué tal te ha ido con la lujuriosa señorita Chaves? — preguntó Macarena—. Fuiste tú quien me pidió su teléfono, ¿Recuerdas?


—Acudí a ella buscando consejo legal.


—Claro, pero yo ví las chispas que saltaron de sus ojos cuando se vieron por primera vez.


—¡Macarena! Te prometo que no la llamé para pedirle una cita el mismo día de nuestro divorcio.


—Ya lo sé, cariño. Conozco tu anticuado sentido del juego limpio, pero ya ha pasado una semana desde aquello, y te pregunto en qué punto está su relación.


—Ella está comprometida.


—No te he preguntado por su relación con otra persona, sino contigo.


—Eso no te lo puedo decir.


—Eso me parece más normal.


—Cuando la conocí, no tardé más de dos segundos en darme cuenta de que vosotras dos conseguiríais vuestro propósito, por eso firmé enseguida. Pero luego pensé que si tenía un concepto tan claro de lo que era el matrimonio, podría ayudarme. Y parece que acerté.


Macarena se disculpó por lo mal que le había tratado durante su matrimonio y después lo dejó para que hablara con el resto de los invitados. Tan pronto como pudo, Pedro se escabulló de la fiesta y llamó a Paula desde el teléfono de su coche. Su corazón palpitaba con fuerza mientras el teléfono sonaba y sonaba.



Paula estaba tan llena de energía después del día que había pasado en el zoo con los sobrinos de Pedro que se fue a correr un rato. Al llegar a casa el teléfono estaba sonando, pero dejó que saltase el contestador y la persona que llamaba colgó. ¡Antonio! Había olvidado qué día era. Esperó que el teléfono volviera a sonar y entonces tomó el auricular de un salto.


—¿Sí?


—Hola, Paula —la voz sonaba muy familiar.


—Hola, Antonio. ¿Qué tal tu fin de semana? ¿Hiciste todo lo que querías?


—Acabé antes de los esperado. Perdona por obligarte a ir a aquel viaje, pensé que sería bueno para tí. Sólo espero que no hayas tenido que cuidar de ese niñato de Alfonso.


—No es un niñato, Antonio. De hecho, está lejos de serlo.


—Venga ya, Paula. Delante de mí puedes admitir que ese tío es un fraude.


—Nunca admitiré algo así.


—Muy bien. Todos tenemos que besar el trasero de nuestros clientes en algún momento de nuestra carrera. Lo entiendo.


—No es eso en absoluto.


—¿Qué es, entonces?

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