lunes, 6 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 44

 —Pues sí. Aquello cambió todo. Pasé de no tener a nadie a no tener un momento a solas. Mi padre de acogida era un loco de los deportes y hacíamos campeonatos interfamiliares todos los fines de semana. Era como vivir en un campamento de verano, siempre con los amigos, en el colegio y en casa.


—¿Tu hermana no estaba contigo? —preguntó Paula.


Él sacudió la cabeza de lado a lado.


—No. Como era muy pequeña, una pareja muy agradable la adoptó al poco tiempo. Nos volvimos a encontrar cuando yo tenía unos veinte años. Ella tenía 18, estaba casada y su primer hijo estaba en camino. Lleva diez años con Daniel y tiene los tres hijos más estupendos del mundo.


La cocina se había quedado en silencio. Se había acabado el entrechocar de los platos, la silla de Miguel ya no crujía e incluso el corazón de Pedro había vuelto a latir a ritmo normal. Aquello había resultado mucho más fácil de lo que había pensado. Se preguntaba por qué no se habría tragado el orgullo y se lo había contado a Paula el primer día. Ella tenía la mirada gacha, y lo que pensaba en aquel momento era un misterio.


—Los platos ya están limpios, mamá —dijo Paula, intentando distraer la atención de sus padres de Pedro—. Es hora de llevar a nuestro acorralado huésped a casa.


—De acuerdo, marchen —dijo Alejandra antes de acompañarlos, junto con Miguel, hasta la puerta.


Aquella vez Pedro también le colocó la mano sobre la espalda mientras andaban juntos hasta el coche. Aquellos gestos, tan educados, le habrían sido inculcados desde pequeño por la misma adorable pareja que le convirtió en el hombre maravilloso que era. El hombre que había crecido solo y después de abandonar su hogar corrió de los brazos de una mujer a los de otra, desesperado por recuperar la sensación de la familia. El hombre que le hacía sentir fuego en el cuerpo con sólo tocarla, el mismo cuyos besos ansiaba, bajo cuyo encanto había estado a punto de sucumbir aquella mañana. Ambos subieron al coche en silencio y ninguno pronunció palabra hasta que él dijo:


—Si tienes a algún otro experto preparado para aconsejarme sobre algo, tiro la toalla ahora mismo.


Paula no podía parar de reír.


—Vaya, no te culpo. Mis padres son así... Están jubilados y su vida consiste en ver las noticias de las seis, y jugar la partida de cartas. Debería haber pensado que no podrían resistirse a saberlo todo de un héroe del golf como tú.


—No te preocupes, Paula. Ha estado bien, de verdad.


—¿De verdad?


—Ha sido catártico.


Ella lo miró y lo vió sonreír. Lo creía porque sentía que sus padres eran un gran ejemplo, también se había dado cuenta de que les había gustado Pedro del mismo modo que les gustaba David, y era la primera vez que les gustaba tanto un chico desde... Bueno, desde David. Dejó de reír. David y ella, el estudiante de Medicina y la estudiante de Derecho, habían sido la pareja de oro, hasta que él la dejó de repente y de un modo muy escandaloso. Aquello le había hecho aprender a amar con cuidado y en privado. Y allí estaba Pedro, el hombre que la dejaba sin respiración y cuya vida aparecía en todos los periódicos y televisiones. Él era guapo, atractivo y, su madre tenía razón, encantador, y ella sabía que aquella clase de chicos no servían para las carreras de fondo. Entonces recordó el abrazo de Pedro, el momento en que perdió la razón y el sentido. Aquello no le había ocurrido nunca antes, ni siquiera con David. Con nadie. ¿Qué habría pasado si la hubiera besado? Sus manos empezaron a temblar sobre el volante. Sabía que no disfrutaría de aquella intensidad abrasadora durante mucho tiempo, pero tal vez pudiera permitírselo una... última... vez...

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