viernes, 24 de septiembre de 2021

La Heredera: Capítulo 14

 —Bueno, puede que resulte un poco brusco —puntualizó Ivana—, pero se le olvida en cuanto termina la discusión.


Parecía que Pedro Alfonso había sido bastante asiduo a la residencia Chaves en los últimos tiempos. Si eso era cierto, ¿por qué razón le había costado tanto esfuerzo a Diana invitarlo a cenar? Antes de que Paula buscara una explicación, Ivana terminó su relato de los hechos.


—En todo caso has logrado hacer reír a Cristian.


—Ivana —repitió Paula—, soy una mujer de negocios y me gusta vivir sola. 


¿Por qué no resultaba convincente? Era la verdad. Pero en aquel ambiente perfumado, rodeada por vestidos de diseño, esa afirmación perdía consistencia. Y la amplia sonrisa de Ivana lo complicaba todo mucho más. No creía una sola palabra y Paula sintió ganas de gritar.


—No estoy buscando una relación —dijo a viva voz.


—Ve a por él, chica —la animó Ludmila Larsen.


Era una nueva vecina y había entrado en el círculo de amistades hacía unos pocos meses. Paula le devolvió una sonrisa y resolvió tener un encuentro con ella tan pronto como la habitación se vaciara.


—Escucha —prosiguió Ivana—, no creo que tengas acceso al tocador de mamá. Ven a mi cuarto y te prestaré un poco de colorete.


Paula aceptó. Ivana le prestó un espejo de mano y un estuche de maquillaje. Después de un momento, su hermanastra se armó con los pinceles y comenzó a extender un poco de color sobre sus mejillas con mano experta. Diana miró a su alrededor.


—¿Está todo en orden? Ivana, los Larsen han preguntado por la guía acerca de Ecuador.


—Está en el estudio —respondió Ivana—. Iré a buscarla.


—Dásela a Ludmila, querida. Ha bajado al salón.


Ivana se marchó y Paula se puso un poco de sombra de ojos a modo de experimento. Se echó hacia delante para ver el efecto, pero no lo encontró demasiado llamativo.


—¿Por qué Ivana parece una auténtica estrella y yo solo parezco un payaso de circo?


—Práctica —explicó Diana y le quitó el estuche.


Diana le pasó un algodón y Paula se quitó el maquillaje del párpado con cuidado.


—Podría conseguirte un pase para Cosmic Works —tanteó Diana—. Te enseñan a resaltar los rasgos que te favorecen y todo eso.


—No tengo tiempo.


Diana suspiró, pero no puso reparos. Prefirió atacar por otro flanco.


—¿Qué te ha parecido tu compañero de mesa?


Paula la miró reflejada en el espejo, en silencio. 


—En otra época te habrían quemado en la hoguera por bruja.


—Una bruja buena, querida —sonrió Diana—. Sabes que solo busco lo mejor para tí.


Y era cierto. En calidad de madrastra, solo había cometido un error. Mientras Julián había formado parte de su vida, no le había resultado difícil mantenerla a raya. Pero desde que habían roto, Diana se había emperrado en buscarle una pareja. Y Paula se debatía entre el cariño y la desesperación.


—Tu versión de la felicidad para la mujer se reduce a un hombre alto, moreno y apuesto, que tome todas las decisiones y te caliente la cama por las noches.


—Te lo tomas demasiado a pecho —rió Diana—. Solo quiero que te diviertas un poco. 

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