viernes, 10 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 53

 —No estoy asustado. Sólo pensaba lo divertido que sería si, en lugar de que seas tú la me haga bajarme los pantalones, sea al revés —echó una mirada a sus pantalones rosas y antes de que ella pudiera tirarle el palo a la cabeza, tomó su carrito y se fue silbando—. ¿Por qué te especializaste en divorcios? Podías haber sido consejera matrimonial —preguntó él.


—Cuando llegan al punto del divorcio, estas personas saben lo que realmente quieren. Y luchan por ello. Me gusta la lucha.


Ella tenía razón. Él también sabía lo que quería, y que sabía a manzanilla. Cuando se detuvieron, Paula sacó un hierro.


—¿Por qué elegiste el golf?


—No puedo recordar el motivo ni el momento. Siempre fui muy deportista.


—Y seguro que eras el capitán del equipo de fútbol.


Como David, recordó él, el chico que le había roto el corazón. Pedro vió una punzada de dolor en su cara que no había visto antes. Ella colocó la bola, sin creerse capaz de volver a mirarlo a los ojos. El pánico en el ascensor de su edificio, las miradas tímidas, la expresión de alivio por no tener que sentarse con él... Le gustaba mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir. Algo la retenía y él pensó que Antonio era poco más que una excusa que él había creído al principio. ¿Le recordaba a alguien que le había roto el corazón? ¿Le recordaba a alguien a quien había amado? Se apoyó en sus palos para no caer de espaldas.


—No era el capitán. También jugaba al béisbol y al cricket y estaba en el equipo de natación. Nunca estuve lo suficientemente dedicado a uno de estos deportes para ser capitán. Cuando acabé la universidad dejé de practicarlos con regularidad, pero seguí con el golf. Me encantaba estar a pleno sol, ver la hierba desde todos los ángulos posibles y sentir que el mundo se despertaba a mi alrededor.


Le tocaba a Paula de nuevo. Aquella vez golpeó mal la pelota y acabó cayendo sobre los arbustos.


—Uups... —se giró hacia él, sonrojada.


Pedro, riendo, tomó las bolsas de palos de los dos y abrió camino hacia el lugar donde había caído su bola de modo que ella no tuviera más opción que seguirlo.


—¿Y por qué dejaste de jugar al golf? —preguntó ella. 


Nunca se lo había planteado, no le había parecido importante hasta entonces.


—Tuve una lesión en la espalda y dejé de jugar para no dañarla más —dijo él, encogiéndose de hombros.


—¿Cómo te lesionaste? —aquello tenía que estar en su expediente, pero no recordaba los detalles.


—Un accidente de tráfico —su mirada no parecía feliz.


Ella se dió cuenta de que había algo más, pero no parecía el momento más apropiado, así que lo dejó. Tomó un palo viejo y se adentró en los arbustos esperando poder concentrarse en la bola. Sentía que las piezas del puzzle de la vida de Pedro empezaban a encajar, pero aún quedaban huecos en blanco. Cuando encontró la bola, la lanzó de nuevo al recorrido y volvió donde esperaba Pedro mirándola con intensidad.


—¿Qué piensas de Juana? —preguntó él como si nada.


«Manipuladora, lanzada, devora hombres...»


—¿Juana? ¿La asistente de Gerardo?


—Sí. Se sentó conmigo en el avión. Una buena chica, con conversación y la primera con la que tonteo en serio desde que nos embarcamos en esta cruzada. ¿Te parece una buena candidata?


—¿Qué más da lo que yo piense? Recuerda que encontrar a la chica es cosa tuya. Yo sólo te tengo que preparar para tomártelo en serio.


—¿Estoy listo?

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