miércoles, 29 de septiembre de 2021

La Heredera: Capítulo 22

 —Es cierto. Está bien, te concedo el beneficio de mis desastrosos consejos. ¿Quieres venir a cenar algo de pasta?


—Eres un cielo.


La voz de Ivana era nasal, como si estuviera resfriada o hubiera contenido las lágrimas.


—¿Estás segura que no te importa revivir todo aquello? ¿No te molestará?


—Tan solo mi orgullo se sentirá herido —confesó Paula no muy convencida—. No, no me importa. Me hará bien recordar por qué no debo caer en esa trampa nunca más. 


Pero no era tan solo su orgullo. Julián la había herido en lo más profundo de su ser. En realidad, sabía que era una persona superficial y egoísta. Pero su corazón pensaba de otro modo. Y le decía que ella no era la clase de mujer a la que un hombre podría amar. Durante seis meses le había entregado todo su cariño a Julián Gould. E incluso le había abierto las puertas de su santuario privado, su casa. Y él la había abandonado sin el menor remordimiento. ¿Y qué esperaba? Nunca había dicho que la amara ni que esa posibilidad pudiera llegar a concretarse. Y la razón era que, desde el principio, había sabido que ella era una criatura que no estaba hecha para amar. Así que tendría que vivir sin amor. Al menos, sin esa clase de amor. A cambio recibía otras muchas compensaciones. Tenía su trabajo, su independencia y la tranquilidad que suponía vivir alejada de ese mundo. Ivana no aceptaría una solución así, desde luego, pero Paula se sentía agradecida por haberse liberado de la más cruel de las amenazas. No obstante, por alguna razón inexplicable, al tiempo que colgaba el auricular, la imagen de Pedro Alfonso apareció bailando frente a ella. Se estaba burlando. Tenía que dejar de pensar en él. Se levantó y paseó inquieta por la habitación, rascándose la cicatriz. Nunca le había ocurrido nada semejante, ni siquiera con Julián. Tenía que poner en su sitio a Pedro Alfonso. Le vino una idea a la cabeza. Volvió al ordenador y se conectó a Internet. Buscaría información acerca de su nuevo adversario. Resultó muy interesante. El piloto del teléfono parpadeó en dos ocasiones, pero estaba demasiado absorta para fijarse. Había un montón de información acerca de él. Incluso encontró una fotografía de Pedro con el torso desnudo, subiendo por un andamio con un casco sobre su pelo sedoso y cargando unos ladrillos al hombro. Paula miró la imagen con incredulidad. Era de gran calidad, revelaba un cuerpo de ensueño y provocó en ella una oleada de lascivia. Empujó la silla hacia atrás con violencia, como si unas manos invisibles hubieran tratado de agarrarla desde el monitor. ¿En qué estaba pensando? ¿Lujuria, ella? ¿Paula Chaves, mujer fría y calculadora, invadida por la lujuria? Ni siquiera Julián, que le había roto el corazón, había logrado arrancarle ese sentimiento. Se lo había reprochado en su última discusión. 

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